Toxinas

Sin mí tú vives en la gloria. Estoy cansado, muy cansado. La vida pasa deprisa ante mis narices. Ya no me besa nadie. Me disgrego porque en una habitación veo un mundo paralelo al ecosistema de las plazas públicas. De las palomas y las cotorras no se habla en mi zona común. Estoy tras el equilibrio dándole la total espalda. He difuminado paisajes de otoño y primavera para estar de acuerdo con el templadísimo clima ámbar. Muchos eliminan toxinas en las saunas. Yo las elimino mediante las palabras. Pues escribo y escribo, pero nadie quiere el despellejado tronco de mi realidad. Me llaman algunos tóxico, otros inmaduro y otros ya ni os cuento. Las cosas que se hacen por azar pertenecen al Dios de los malabarismos. Tantas toxinas he derrochado por amor que ahora no tengo ni calorías. Hubo un tiempo en el que me introduje en el lumpen. Allí aprendí a ser desconfiado como un Oliver Twist a la merchera. Las toxinas son tan pocas ya en mis adentros que no creo que se hayan ido a base de ocultarme en un hogar de metacrilato. Siempre me fío de los desconocidos. ¿Qué haría yo sin flamenco? ¿Sin cualquier música como mejor amiga especial? He visto encerrados locos precoces que se amamantaron del calostro. Yo no quiero esta realidad tan estresante. Yo quiero la alegría de la melodía convertida en risa. Escapar juntos en la noche sin estrellas. No quiero ver tus ojos de miel entristecidos por un provinciano hombre que se cree que las mujeres fáciles vienen del extranjero. Algunos tuvieron mujer fácilmente porque tenían dinero, solamente eso. Hay hombres que se casan por las tardes con Teresas y por la noche buscan Salomés de pieles blancas como lunas repletas de luz. Pero las mañanas de las Soledades están esperando autobuses y trenes con el miedo granate de la sangre fría coagulada. Lucha el firmamento contra la decadente tierra que nos presta su espacio. Una plegaria reza al que llaman hipócrita, pero otros son pisados y esclavos del sonido de afuera donde no suena dentro el poeta ciego de paz y pequeña guerra plomiza. El origen del mundo está ofreciendo un gran sol y no le damos importancia. Imaginad una noche eterna. Y entonces, cuando os deis cuenta de que sin ese astro amarillo no se puede vivir, habréis empezado a entender la verdad que aún niegan amos del mundo. ¿A qué viene eso de llamarme pusilánime, mantenido y sin la costumbre de la soledad? Yo lo que de verdad siento es asco al verte besar al repugnante hombre de las barbas tricolores. No me asusta verme solo, si hubiera nacido mujer me llamaría Soledad. Porque estando solo tengo la compañía silenciosa del Dios justo. No busco una media naranja, no busco mi otra mitad, al final del destino somos tal para cual. Los trastornos de mi corazón a mi mente se los debo. Así, de esta manera, no puedo mantenerme en este calabozo por mucho tiempo más.

El miedo existe

Hay tanta gente con miedo en el mundo que podríamos decir que el miedo es un problema universal. ¿Por qué ocurren las circunstancias para que tengamos miedo? Yo creo que han puesto mucho empeño en ello. No puedo someter ni culpar a nadie. Porque el miedo es la realidad que imaginamos como real, y es tan distinta de lo que ocurre realmente, que nos provoca un miedo que proviene de la nada, del sinsentido absoluto. Por eso es tan absurda. El miedo puede venirnos por distintas vías, pero la que más representa al miedo por antonomasia es la imaginación. El miedo provoca tensión, ansiedad y una psicosis que nos hace prisioneros de nosotros mismos. Ha habido gente que me ha aconsejado no tener miedo, pero el miedo es colectivo, no soy ni el último ni el primero que lo padece. El miedo a veces es nocturno. Tantas veces te amarra en la noche que parece que vaya al unísono con la tediosa manera que asimilamos la vida. No hay un miedo verdadero, tan sólo el miedo a la muerte tiene su verdadera importancia y es verídico. Lo casual linda con el miedo. A veces parece que el tiempo avance al mismo paso que nuestra propia conciencia. La conciencia es la parte más acuciante del miedo. La conciencia de tener de lo demás conciencia crea fantasmas y monstruos imposibles. La muerte es miedo, pero el miedo no es muerte. Es cautiverio. Aquel que te cause miedo puede controlar el pulso vital del subconsciente. El pulso de la vida cambia de ritmo y hasta la manera de respirar. El miedo es parte de nuestra prehistoria. Cuando desterraban a algún integrante de la manada de personas estos sabían que era una muerte segura, pues carecían del apoyo de la tribu. El miedo más importante en nuestra vida no existe.