
Los hay quienes tienen pelos en el corazón. Individuos que niegan la alegría de los hombres. Mientras convierten en desdicha la falsa ubicación y la frecuente pose. Existe gente que camina con pelos en el corazón. Alejados del cariño y la grandeza del amor en una suerte de infame frialdad de inviernos disecados. El cariño, solamente es cariño, resulta necesario para combatir el frío y el miedo. Si tengo que caminar solo lo haré encantado, sólo tengo que suspirar y avanzar el paso. No soy andariego, pero conozco los caminos que van a la guerra inútil de la plastelina. Pelos en el corazón tienen aquellos que me dejan en los portales como un mueble viejo, esperando quizá que se lo lleve alguien. Pelos en el corazón es área construida con desnuda pared en los latidos sin sangre. En los reproches es necesario devolver y decir más de dos verdades para que la gente sepa lo que esconden esos pelos en el corazón. Pelos en el corazón es un niño maltratado, una adolescente que echan a la calle. La gente cría callos en las entrañas. Callos duros en el corazón como si la dureza de un callo no fuera ninguna molestia importante. Pero los pelos en el corazón son negrura de prepotente ninguneo. Un insulto, solamente un idiota cree que lo es cuando se dice un verdad auténtica. Ya que si ofendidos se sienten con la verdad insultados. ¿A quien insultar yo con decir tres verdades si miento en una? La indiferencia es la cobardía de los que no se atreven a decir dos verdades a la cara. La frialdad acude a los cementerios los primeros de noviembre, y no nos queda otra que llorar, porque los escarnios en vida dejan el oprobio podrido entre triste melancolía.