La fama literaria

Es esencial leer a Gabriel Zaid y su libro El secreto de la fama para confraternizar con el autor. La fama es algo tan efímero que nos llega la soberbia y acabamos por no ser nada. Hay muchos poetas y escritores que aspiran a la fama a toda costa. Otros quieren hacerse ricos. Y yo me río de estos dos casos, porque la literatura es un oficio de pobres. Y aquellos que llegan a ser ricos son aquellos que han recibido dádivas de mandatarios y gerifaltes. Yo no puedo presentar mis libros, no puedo hablar en público, no soy afín a los actos literarios. Yo creo que jamás daría una conferencia. No soy un gran orador, no tengo don de gentes, y no soy ni culto ni mucho menos un intelectual. Soy aficionado a los libros y escribo porque me ayudan psíquicamente. No pretendo ser famoso, que me saluden por la calle. Tengo miedo escénico y una misantropía de la que carezco de cura. Pero hay buenos escritores que tampoco fueron escritores de televisión y de masas seguidoras. Un escritor debe ser una perfecta conexión donde haya transmisor que necesita de un lector, que sea receptor y tengan juntos un lenguaje en paralelismo totalmente literario, apartado de discursos estériles, y exquisiteces ridículas repletas de vanidad, de presentaciones donde uno sí no las ofrece no pone a nadie en compromiso para vender libros. Después hay que ser auténtico. Se debe ejercer como escritor apartado, respeto a aquellos que acuden a muchos actos sociales y cenáculos literarios, pero yo no valgo para eso. Carezco de oralidad. No quiero fama ni gloria, me conformo con un sincero reconocimiento de mis amigos y familiares. Conozco gente que pretende hacerse millonaria. Es lo más estúpidamente inverosímil y algo imposible. En esta vida se debe ser humilde, aunque un poco o mucha ambición literaria es importante, pero la fama y la riqueza no tiene ninguna explicación coherente de cómo se consiguen estas parcelas de la vida literaria. Aunque te esfuerces fehacientemente la literatura es un medio donde nadie perdura. Sólo los escritores y poetas y gente culta lee libros. También están los coleccionistas. Pero el mundo literario es fracaso tras fracaso. Se es famoso de éxito literario en los momentos que dispones de don de gentes, eres extrovertido, eres locuaz, y ansías vanidad, también ser buen orador ante el público. Cada cual es libre al querer estas martingalas anodinas, otras cosas son verdaderamente más interesantes.

Ley de vida

Reniego de la ley de vida. Porque mueren los jóvenes hermosos mientras que los malos son longevos y llevan al cadalso a criaturas repletas de juventud. Reniego de la ley de vida, porque no hay cosa más injusta que la ley de vida. Nos acompaña mientras vivimos y con el dolor en nuestras carnes vemos a ancianos morirse en la ley de vida, aunque sé que la vida duele, pero la ley de vida es sólo muerte. Porque esa ley sólo tiene un camino. El silencio de los cementerios, aquellos que causan una pena reverente, porque todos pasamos por eso. Es ley de vida. Esperamos el milagro que nos dará la resurrección en el embustero cielo que nadie ha visto, y nunca nadie ha regresado. Cuando muere alguien el vacío es inmenso. La solemnidad triste es el silencio del cementerio que nos espera, cada uno en nicho, cada panteón familiar ocupado. Pero no todo es tragedía. Está el calor de las alegres compañías, los bares en ocasiones de opulencia económica. Están las vacaciones, las navidades, los cumpleaños. Pero siempre nos quejamos de la trivialidad de todo eso. A todo le ponemos pegas. La vida es estupendamente magnífica.