
En la noche cuando el miedo abre sus garras y nos oprime el alma es cuando acuden mundos sútiles. Todo en la noche es sugestión. La noche guarda un fantasma para cada cinco minutos. En la noche se necesita luz. Divino Tesla, enemigo de la oscuridad, abriste el camino de luz para que, como aquellos prehistóricos que inventaron el fuego, no se extinguiera el sueño inmortal de las tinieblas. Un mundo oscurece para nosotros, llegará el día. En la noche los sonidos son tan evidentes que crean un miedo en los desnudados fríos. Te ataca la sed de luz, te mortifica el miedo inquisitivo. El miedo que en la luz de las linternas nos asoma al terror de luz titinerante. Temblorosa, pertinaz, angustiosa. Enemigos unos de otros, nos damos miedo, y nos damos enemistad los unos a los otros. Somos las palabras que se escuchan escalando en la noche. La soledad de los que llaman de frente al medrado espanto. Cuando huimos al día, todo se sienta a nuestro lado. Y la mañana es tranquila y otorga paz a los hombres en tinieblas. Para todos hay luz y oscuridad. Es un pan de dos masas en una sola hogaza. Se amasa la oscuridad con manos de ciego. Se amasa la luz del día silbando un cántico de pájaro en la mañana soleada. No hay dos verdades, ni dos mentiras. La noche y el día bailan con un güisqui el silencio encendido conversando con voz clara. Una paloma ebria se agazapa de luz entre los parques del barrio. Una cotorra gorjea de noche porque teme la espesura negra de la madrugada. Madrugada abierta. Tenaz y milenaria. Aún más antigua que el hombre. Noche que nació con Dios. Por eso la noche es silencio que se rompe en los pasos del trasiego vacío del hogar de todos y de más nadie.