
Es el pan de los ángeles el don del hombre capaz de dar amor. Aquel que codician los mezquinos arañando la paz derramada por los hombres justos, por los pacíficos de corazón, por los que cruzan cada día una frontera. El pan de los ángeles es miga de paz y amor, ¿Si os dijera que no hay maná para ninguno de los ángeles que pusieron entrega hacia los caminos del inocente amor? Para la semilla que no se abre. Para la calle cerrada. No hay más vanidad que aquellos que predican castigo y desprecio. De aquellos que entregan su corazón lejos del ermitaño, cerca del necio inquisidor, de flema del asco, quien a Cristo negó Dios lo perdonó. La vida te expulsa de la tranquilidad pero también de la muerte, y vuelves redundando la inmortal parábola suscrita por la verbigracia del Señor. Ese Señor, y solo él, es mi verdadero pastor. Aquel que ante felonía y villanía aborreció a los traidores calumniando al señor de los cielos, a los sacrosantos samaritanos. Tenías mucha prisa por ver a Dios en el cruce de caminos. Desterrados aquellos que dejaron de ser guardianes de sus hermanos, pues ellos negaron el pan que comen los ángeles. Para ellos existe perdón, perdón sin la Epifanía de María, perdón y conmiseración. Misericordia de los hermanos que no poseen ira aunque la cólera De Dios será como un cayado de pastor sin rebaño, sin pan de ángel inmaculado, coronado de espinas y sufriente. Tendrán su lugar en el edén eterno. Amor, amor de quienes quisieron amar y amor no tuvieron. Amor para aquellos que predijeron la gloria De Dios. Amor para los que ofrecieron su corazón. Plegaria sacrosanta del amor a Dios. Bendito sea aquel pastor que no obtuvo dádiva, y entregó el verdadero amor De Dios. La palabra, el justo perdón.