
Tengo una muela que quiere marcharse de mi boca. La noto que se mueve y me duele que se vaya porque de verdad me molesta. La muela me necesita a mí, y yo la necesito a ella. Muela que me empasté pero ya no ha podido aguantar más y quiere irse. Lo tiene decidido. Se mueve y se mueve, ya que está en el carrillo derecho y ahí es donde mejor saboreo la pitanza. Somos muela y carne. Las encías y yo la echaremos en falta. Me niego a sustituirla por un puente postizo. Si me se cae no se notaría pues está en el interior de la boca, en la fila superior. Yo quiero esa muela y ella me quiere a mí. Pasa el tiempo y las piezas dentales se caen por una inercia precedida por la vida y el desgaste. Para ser sincero no quiero que se vaya. Aunque me duele su presencia en movimiento, estoy seguro de que la echaré de menos. Ella es mi muela y me pertenece, ¿o soy yo quien le pertenece? Dejémoslo, todo es cuestión de tiempo.