Capplannetta en la hora de los adioses

Adiós señores editores, elitistas y soberbios. Aquellos, los acostumbrados a que le rasquen las espaldas. Adiós a la estupidez ajena, adiós, a los miedos que os visitan y que residen en vuestras entrañas. Adiós, vellocinos y corderos, me voy de este planeta. Mi mente os dice adiós. No estoy seguro de permanecer lúcido durante más tiempo. Adiós, ilustres mecenas, eruditos del nepotismo y la mala leche contenida. Adiós, se acabaron los beneficios, las regalías, voy a subir de escalón. Adiós a los premiados, a los galardonados con una corona de laureles, adiós, pues eso no significa que entréis en el Parnaso del poema infinito. Adiós, epígonos y demás morralla. Adiós, eruditos y bien pensantes, no portaros mal, sed santos efímeramente insensatos. Adiós, testigos de la huida y de la tragedia. Que invitáis a salir echando leches tras vuestra halitosis permanente. Adiós de los adioses, a los presumidos, a los que se van de vacaciones, a los que les sigue mi sangre detrás, a los anacoretas. Adiós a los predicadores, a los que creen estar en consonancia con Dios, adiós, adiós y adiós, a los mártires del desengaño, los engañados, a todos, adiós. A los burócratas, a los indiferentes, a los moralistas, adiós.

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