Capplannetta en el pueblo donde nunca pasa nada

Me fui a un pueblo tranquilo, andaluz, de noche abrían sus pétalos el jazmín y la Dama de Noche. Un aroma que no quiero olvidar. Era un pueblo en paz; en romerías y fiestas populares la gente (incluido yo) bebe demasiado. Hubo armonía, hubo paz, hubo ratos de siesta y sosegado pueblo de casas blancas y tantísima Andalucía. Hubo armonía y tranquilidad hasta que llegué yo. Llegué desde la Barcelona camino de hacerse parque temático, o una caricatura satírica por su afán por la filantropía. Filantropía es por los extranjeros, mochileros y demás bazofia cosmopolita que te deja impreso los borrachos y turistas en posesión de las Libras. Llegué al pueblo, me confundieron, me despreciaron, lo lamentarán un día. Empezaron a pasar cosas desde mi aparecida. Soy un extranjero donde nací y soy extranjero en Andalucía. No creo en nacionalismos ni en las patrias putas de esta España mía. Fui disgusto y fui suceso, fui un borracho en este pueblo de la Sevillana fría. Mis padres son del sur y al sur acudo sin perder el norte. Perdí tanta lucidez y tanta sintonía que me puse a cantar a diario el himno de la alegría. En este mundo hay embrujo y gente sencilla. Pero también hay caída libre sin paracaídas. En este pueblo al norte de Sevilla camino de Extremadura. En la sierra, se respira la lucidez y la oxigenada melomanía. Fiestas populares, diversión y algarabía. Esperaré el momento idóneo para frecuentar a alguien que quiera como yo desearía. Sevilla es beata y muy española. Sevilla es el recreo de madrileños y otras gentes que la quieren calurosa con guasa y con chulería. ¡Ay! Sevilla, ¿cuándo volveré a verte? Sé que al menos todavía cruzaré la bella Almería y me proclamaré sultán de nevera vacía. Poco a poco mientras quede luz todavía.

Capplannetta y el Negro de Banyoles

En la cara siniestra que nos quita la vida suele haber una víctima y una falsa realidad. ¿Se acuerdan del Negro de Banyoles? Estaba disecado en un museo repleto de polvo y extrañas maneras de enseñar. Habría que preguntarle al taxidermista si disecó a un hombre o un animal. Habría que preguntarle al director del museo si tenía la conciencia tranquila cometiendo crímenes a lesa humanidad. De África se ha escrito mucho bajo el influjo de blancos atiborrados de prosperidad. Pero ahora quienes hablan son los africanos con su mirada profunda, con su biblioteca universal. Tener en un museo a un africano disecado es aberrante. Pero allí iban los niños de excursión a contemplar la supremacía y a ese hombre-persona-humano ¿cuándo fue su cautiverio y cuándo perdió la esperanza que dejó atrás? ¿No es racismo un africano disecado o que te llamen “negra” como a Victoria? También trajeron a Copito de Nieve desde la selva de Guinea Ecuatorial, en el zoológico no hubo jamás una persona, pero mucha, demasiada cautividad. Quizá sea como aquella leyenda urbana o el film holocausto canibal. ¡Uy! ¡Qué miedo! Ser antropófago no es malo, tampoco embalsamar a Lenin, lo malo es ese aire de superioridad que se da la gente que padece complejo de inferioridad. Ni chicha ni limoná. Hoy en día las leyendas urbanas se han convertido en una realidad. Hay negros más inteligentes que algunos blancos, se me vienen a la cabeza unos cuantos, pero ninguno, y digo bien, ninguno ha disecado a un blanco o un Bola de Nieve a la par de su piano; como también a Nina Simone y la mejor versión de la canción Strange Fruit que subraya el aire de superioridad que es pura ignorancia. El anciano africano cuenta historias de blancos que explotaban sus riquezas, los niños con asombro escuchan el relato. ¿Se han preguntado por qué África sangra? ¿El sabor a sangre es el comienzo de la gran mixtura? Hace cien años se mofaban, humillaban y trataban como fieras a los africanos. Hace quinientos años empezó la masacre en América. ¿De verdad creen ustedes que la superioridad existe? Ahora podemos trabajar juntos, anteriormente la ceguera asesinaba.