
Siempre lo he sospechado. Una relación tan larga cansa y es de cajón buscarse ese/a nueva/o amante-amiga/o ya que no creo en las familias dinásticas. Eso dejémoslo para la realeza. Desde que existen los smartphones entiendo que mis padres, ya mayores, tengan una buena vida sexual afectiva y ¿por qué no? Para salir de la rutina matrimonial y la monotonía de estar siempre con la misma mujer o el mismo hombre. Puede que esto que cuento parezca un poco quijotesco, por no decir, ver gigantes en lugar de molinos. Pero los swingers son producto del cansancio y de lo aburrido que puede ser un matrimonio. Yo nunca más volveré a cometer la locura de casarme. Sé que no tengo pruebas. Puede que sea producto de mi imaginación. Pero es sospechoso. Solamente eso. El cambio de parejas es un fenómeno que se acrecenta tanto en las orgías o camas redondas con sus códigos de organización y el respeto con claves que existen en una orgía. Es, casi siempre, una ley sexual que hay que respetar. Ser swinger no es malo, aunque enfade a los puritanos y a los fugitivos de la moral. Predicadores de pacotilla con el tema Sodoma y Gomorra. Tomen nota.