
Que yo no hable catalán no es excusa con credibilidad aunque yo haya nacido en Catalunya. Pero tiene una explicación lógica que la gente de Andalucía puede que entienda, aunque en Catalunya no sea entendido. El acento almeriense se come las eses, es decir, que no sesea las palabras en plural ni aquellas que terminan en ese. Esto que digo puede parecer una excusa estúpida, al contrario que mis sobrinos, que sí sesean, ellos sí que hablan en catalán en casa y también con sus compañeros de clase. Pero yo soy la primera generación de emigrantes andaluces nacido en Catalunya, y eso me hace charnego por antonomasia, o pijo a parte, aludiendo a la novela de Marsé. También el hecho de no sesear me ha hecho que me denominaran como garrulo. Cosa que no me importa. Estoy orgulloso de mis raíces andaluzas. Aunque la visite poco o casi nada. Pero sí, mis sobrinos son la segunda generación de descendientes de andaluces nacidos en Catalunya, y repito, ellos sí hablan catalán. El hecho de no hablar el catalán me ha llevado a cuestiones de nacionalismos hipócritas, aunque tengo grandes amigos catalanoparlantes, estos, nunca me han reprochado que hablara castellano, incluso no me molesta que ellos en nuestras charlas sí hablen en catalán. Pero al igual que los catalanes aprendieron bien el castellano, yo tengo esa espinita de no hablar el catalán. En esta vida, ante todo hay que ser auténtico, y no dármelas de catalán simplemente por el hecho de que yo no tengo la habilidad ni la facilidad que otros pueblos de España si tienen para hablar de manera bilingüe. Yo creo que se debe a que en mi casa no se ha hablado nunca. Y ahora con mis sobrinos tenemos cierto orgullo que no sé yo si nos pertenece del todo. Los catalanes son una gente abierta, que abre sus puertas al emigrante y al inmigrante. Pero yo lo entiendo perfectamente, salvo algunas palabras que se me escapan, pero me encanta escuchar hablar catalán. No creo en fascismos ni en nacionalismos, pienso que es aberrante tanto una cosa como la otra. Bueno, tengo amigos políglotas al cien por cien. Y esto no quita que me ría con ellos aunque los amigos catalanes que tengo, por educación dicen ellos, me hablan en castellano. Es esa la espinita que tengo clavada y que me decepciona como persona catalana de nacimiento. Pero nunca nadie me ha obligado hablarlo.