Capplannetta: la soledad es toda mía

Ser poeta es una vida antisocial. Al menos para mí. La venganza de los hombres corrientes es una suma de agravios profesionales y personales. Cuando un poeta está tan solo las sombras hacen su apariencia en la noche más inusual. Siento asco por la prepotencia de los condenados a estar “conectados” por su naturaleza. Ya que nadie quiere a un loco en su casa tampoco yo necesito de lúcidas compañías. Solo estoy bien cuando duermo, ahí el mundo es plano. Sin profundidad ni desprecios ni azotes contra la naturaleza de cada cual. La soledad nos reserva a todos su presencia más especial. Cuando la soledad es una costumbre es sagrada. Yo no le tengo ya miedo. Siempre estoy solo. Ni padres, ni amigos y mucho menos los enemigos tte harán su compañía. Con la soledad tengo paz, tengo unos momentos en que hago lo que me da la gana. Dios ha impregnado mi alma de una naturaleza que todos conocen y nadie la entiende. Cuando te colmas de inocencia y empiezas a cantar las primeras canciones de lo que llaman amor, es mejor que la escalada hacia el conocimiento sea ligera de equipaje. Nadie te quiere ahora, pero cuando rompes con todo hay que tener cojones para afrontar la vida en soledad. Tener amigos es lo que todos desean, pero cuando estos corren huyendo de tu persona distinta es preferible salvar la verdadera idiosincrasia que nunca debes dejar que te abandone. Te traicionarán por el hecho de ser libre. Te machacarán los momentos de paz, buscarás tu hogar tras la niebla, y comprenderás que todos somos esclavos los unos de los otros. Algún día partiré hacia la libertad que merezco. No quiero causar daño. Soy despreciado pero eso no es problema mío. Pensadlo bien.