Capplannetta cerote

El otro día discutiendo con una chica me llamó “cerote”. Si eso lo llevamos a la vida metafísica me calificaría de cero, un cero a la izquierda. Pero ella no, en su enfado me dijo “cerote”. O sea un cero. Si también lo aplicamos al alias de Capplannetta me podía llevar la sorpresa de autodenominarme encefalograma plano. Todo tiene su porqué, aunque yo con llamar Capplannetta a un personaje de una novela poética pretendo un galimatías que tiene muchas vertientes. Y también varias acepciones. Pero Capplannetta es un nombre propio del catalán, y Capplannetta puede llegar a hacer creer varias cosas. Pero me hizo gracia lo de “cerote” como un improperio que no tiene de mí nada propio. Ocurre lo mismo como cuando te llaman “capullo”. Puedo ser un “capullo” porque el capullo es una flor que no es flor todavía. O también llaman “capullo” al glande de un pene. La punta del pijo, dicho de una manera vulgar. Pasa también cuando te llaman “garrulo” o “quillo” o “charnego”. Todo es parte de lo mismo. De un menosprecio en un metafórico sentido que tiene como connotación el hecho de ser hijo de emigrantes andaluces de primera generación. Es parte de un desprecio por el andalucismo. Aunque algunos digan que no es así. Los andaluces también tiene su manera de despreciar lo catalán. Es una guerrilla dialéctica que llega desde el País Vasco hasta Cataluña y también en Galicia, donde te tiran los pajaritos. Pero al llamarme “cerote” no crea en mí ninguna animadversión. Llega hasta hacerme gracia el nombre. Pero bueno es como cuando llaman al sombrero ridículo de la guardia civil “Tricornio” que desemboca en “picoleto”. O también cuando llaman al carajillo de toda la vida “Trifásico” que tiene una connotación de decir tres fases. Así estamos.

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