Capplannetta arrebatado

CAPPLANNETTA ARREBATADO

A veces un arrebato puede ser semilla de odio o de confusiones aparentemente innecesarias. Mis arrebatos me han llevado a entuertos de los que después he tenido que recular. La semilla del odio es peor que el rencor o la animadversión. La semilla del odio cosecha un fruto podrido donde la hostilidad y el maligno estado de venganza hace grietas en el silencio de los pobres. Tengo un amigo que escribió una vez a colación de la mala vida …y así a los pobres les pasan los años… y es tan certero este verso que lo recuerdo después de muchos años de publicación. Este amigo mío ha escrito un libro en catalán, con el que ha ganado un premio. Premio merecidísimo según me contaba su pareja. Al parecer lleva años trabajando en él de manera continua y sin descanso. El libro se llama Amor, una palabra que usamos normalmente y que buscamos como el calor en el invierno. Hacía años que no sabía nada de estos amigos. No diré sus nombres por ser discreto con ellos, ya que no buscan ningún tipo de fama. Me alegro que haya ganado el primer premio. Es un libro en catalán pero quién sabe si no hace alguna traducción, ya no en castellano, sino en cualquier otro idioma extranjero. Yo no he leído la novela, pero yo he sido traducido al inglés en Venezuela. El arrebato puede hacerte perder el sentido de la razón o el verdadero rumbo de la verdad perentoria y sin ningún atisbo de edulcorante que la empalague y sea como un jarabe dulzón que acaba por ser tan dulce que necesitas lo amargo de un cigarrillo o el remedio de un filete con sal gruesa de mar, o de un jamón salado no importa si no es cinco jotas. Por ejemplo, jamón de Teruel, que Teruel existe. O del mar eterno, que también es salado y yodado. Pero mi novela fue traducida pagando, aunque se venda en varios lugares de habla anglosajona. Ahora tengo un compromiso a parte de leer la novela de mi amigo, y es comprar un libro de Leopoldo Panero (padre) y comprar un libro interesantísimo. Circular 22 de Vicente Luis Mora. Todo en esta vida tiene un precio, y si debo pagar por estos tres libros que deseo quizá sea un trago amargo de bilis pero, carajo, vale la pena disfrutar de buenas lecturas. Con respecto a Leopoldo Panero (padre) tengo una deuda casi espiritual. Me han hablado de él y la película de El Desencanto no le hace justicia alguna. Yo no soy cristiano viejo, ni tampoco un poeta de éxito, pero me considero entre Luis Rosales y entre Leopoldo Panero como el curiosón aquel que se asoma a ver a sus padres hacer el amor. Yo nunca lo he hecho, pero me interesa Leopoldo Panero. Quizá más que Leopoldo María. Me da escalofríos cuando llama a su padre en la película “conejo”. Mejor conejo o liebre que loco y poeta con pose culturalista. Cosa que lo hacía incoherente. Es afán matando al padre.

Deja un comentario