Capplannetta con flores amaría

Fui feliz, realmente feliz, en la primavera de mis diecisiete años. Las flores caducan, los veranos asfixian la savia vegetal de los tallos y el olor de los jazmines es veraneante en la noche sureña. Las chicas amarían desde la altura de los cielos y en ellas evocan las flores sus resueltos aromas. Una flor de primavera es diurna y frágil. Como la hierbabuena en la sopa. La luna templa el mar, se elevan las mareas hacia el orgasmo del horizonte. Un presagio de dulce beso en la espesura de la hierba, andas con labios trémulos como la carne que tiembla. Yo no quiero morir de amor en primavera, tampoco en el verano, yo quiero morir cuando los secretos se abran como mándibulas bostezando. Seguiré siendo yo mientras desnudo tu cuerpo de seda en la inquebrantable noche de tus pezones oscuros. Tu piel oscura es belleza de la luna terca de sol. Que brilla, brilla y brilla como un intenso blanco de marfil redondo. A bordo de mi esperanza caben todos los secretos y si alguna vez cometí el error de romper la fuente de cristal, se extinguirán las palabras como mamuts de derrotada vida salvaje. Un pétalo es como una pestaña que cae en un libro. Un suspiro es una gota de esperanza en el trayecto. Un sueño es un simulacro fecundo de esperma onírico. La mujer que me quiera, que me quiera tierno como un brioche en la leche. Con flores se aman los jóvenes que se estropean al paso de la ira. La rabia hará su trabajo como un niño que cae en un cactus. Cien besos puros valen más que todas las plegarias al Dios adolescente que sonríe azul en la temporada señalada. Un libro hay en cada conciencia que se desnuda.

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