Capplannetta y las guerras

No adelanto acontecimientos agazapados entre estas palabras de hueso y tierra. No soy yo el descubridor de lo que traen las guerras. No he vivido ninguna pero sé que las guerras traen una plaga de piojos que avanza como un ejército traidor. Las guerras traen el hambre, y dentro del hambre, la miseria, la carencia, la necesidad, la explotación y la precariedad con la que los dueños de todo amasijan el oro en los dientes de los muertos. Porque una guerra es muerte, paludismo, tuberculosis, sífilis, y hambre otra vez, y miseria por doquier. No pidas fiado pero el hambre te incita a pedir de rodillas fiado. Las guerras traen mugre antes, entreguerras y en la posguerra. Ay, la posguerra. Cartillas de racionamiento. Ricos del estraperlo. Mucha hambre, mucha mugre, y muchas ganas de estar vivo, pero ¿para qué vivir en medio de tanta inmundicia? De tanta infamia. De tanto chusquero que se acuesta con derecho de pernada con muchachas ojerosas y con hambre. Porque una guerra trae piojos, sí, pero trae ratas, escombros, peligrosos bombardeos, envenenadas aguas con veneno que coagula al escorbuto, a la peste negra, a ricos de la flema y asco de propina.

Capplannetta no vende

Para vender libros hoy en día debes tener, o bien un montón de seguidores, ser agasajado por un concurso o llevar una carrera de escritor notable que se acerque al baremo de ventas que las editoriales pretenden. Pero yo, que no soy un escritor famoso y apenas vendo libros, no tengo nada más que resignarme. Un buen escritor se define llevando a cabo cierta pulcritud y un pudor al que yo muchas veces he traicionado. Se puede llegar a ser escritor de culto y llegar a unos lectores que te siguen y les gusta tu trabajo. Aunque es muy difícil llegar a ser un escritor que venda sin antes haber tenido un éxito aunque sea modesto. Yo soy un escritor de muy pocos lectores, cosa que no me preocupa, pero mi sueño es ser un escritor notable, con mi propio estilo, y con un acervo compuesto por mi obra completa, cosa que no es fácil, aunque te sobre ambición literaria. Una cosa que he aprendido es a tener paciencia. La paciencia es una manera más de hacerse buen escritor, pues todo no es publicable. Pero la hora de la realización es el momento culminante de subir a una cima. La cima deseada.