Capplannetta y la vida celeste

He puesto en cuarentena la juventud de mis cuarenta y tantos años. He cruzado fronteras como un clip de Playmovil. Abusaron de mi confianza dos veces por semana. Y he caído tan bajo que ya no puedo despegarme de las cloacas. He sido un poeta malo aunque inocente, y he sido inocente poeta de lo peor. Una vez crucifiqué un jilguero y le rompí la cabeza a dos chorlitos. Estoy cansado de intelectuales que hablan de China y de chinos que hablan de su ruina de ideales. Un día fui santo que peregrinaba los burdeles de carretera. En mi jardín futuro hay un pavo real tan puro que de él pusieron huevos tres pavos reales albinos. No soy de este mundo trabado en la verborrea de políticas del aguacero inminente. Quiero a mis Juanes como amigos De Dios, y a Pablos como compañeros de viaje, quiero a Joseicos pase lo que pase y me hago llamar LiooLi porque quiero unir el embrollo gigantesco del petrodólar infeccioso. Me levanto y no me lavo la cara, pero ingiero el café del día anterior y me salva de mi tragedia de soldados de plástico. Quisiera tomar del caldo de una mujer adulta, que me haga hombre completo y me abandone este seco celibato en el que se me harán las carnes mojama. Me consuela un ramillete de auroras y escribo en prosa porque ya no corto versos como espigas. Amigos, tengo la suerte de tener amigos en cada plaza de mi ciudad provinciana. Me gustaría saber porque los biopics se parecen a las películas de superhéroes. Me gusta más el canto de los guacamayos que la inmensa promesa del primer ministro que un día prometió salvar nuestras vidas en el azufre. Los perros ya no comen jamón York y prefieren las delicatessen de su amo. Los días pasan.