Capplannetta no se encuentra

Descubrí al amanecer cuando desperté tras haberme levantado a la hora de los perdedores, que no era yo entre la caterva antigua de los inmortales. Me cerraron mil pestillos, a mi campo sí le pusieron llaves. Me busqué en las plazas públicas, en los pueblos blancos de la verdiblanca Andalucía. No había restos de mí. Ni en la estrella de Catalunya ni en los patios de geranios. Ay, ¿dónde estaré? No sé si estoy en mi casa, o en casa de mis padres, mi sueño tiene una pared de muertos que pretenden la lógica de la física. Descubrí a horas tardías que mis padres eran parte de mi sueño adolescente. Me busqué en la luz de gas, me busqué en los lugares sordos, una caballería de caballos herrados y desbocados frecuentan el techo de mi casa de cristal. Un oprobio podrido me floreció de cicuta y garrapatas en la somnolencia cuando todos los gatos son pardos. Me hundo en mi propia mugre. Me acerco peligrosamente hacia el abismo. Tengo cicatrices eternas desde los párpados a la tecnología de las cosas que no nacen. Me ven extrañamente como si yo fuera una seta que ayer se alzó sin querer. Me busqué entre el sudor donde mi padre era hortelano. Me hicieron encerronas desde la envidia de los higos chumbos que en las chumberas encuentran su única alegría. Si me encontrara haría de mi paciencia la quietud de los ríos y el mar se dormiría. Si me encontrara oculto en los rincones del hogar paterno sería un fenómeno de velocidades azules y de prisas vegetales. Amo la noche, pues me tiene domesticado. Conoce mis derrotas, mis vergüenzas y mis sueños botánicos. Desplegué un azul con la ayuda De Dios bendito y próximo a la sagrada tregua de las mujeres de sencilla nostalgia. El eco es mi amigo incómodo.

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