Capplannetta y la cola del mundo

En algunas partes del mundo hay una cola interminable. Es el cansancio de hombres y mujeres que buscan alivio en el camino y esperan, ya que la vida es una larga espera. En los países sin oportunidades hay una cola de aquí a Lima. Muchos buscan parentesco y en la sangre coagulada de espesura, y se tapona la cola y la gente cansada y asqueada de llamar a todas las puertas se dan de bruces con otras puertas, entre el papeleo y los funcionarios. Embajada o consulado, van en cola tan despacio que sudan la fiebre amarilla de los que sol no conocen. En este mundo hay demasiados intereses en juego. Pero tienes que colocarte justo al final de la larga cola y se parten la espalda entre la súplica y el halago. Sumisos ante los escalones del mundo. Suben y bajan, la asfixia por otro lado, la infamia y la ignominia, la verdad del mundo es la cola. La cola que se hace larga e interminable. Se desesperan pero resisten, resisten pero se fatigan, se fatigan y se cansan, de la lentitud de la cola y del delirio del mundo burócrata. Este mundo es una mañana consagrada a la verdad que lame con lengua de gato los suspiros solitarios, las esperanzas huecas, y necesitan oxígeno para bucear en los océanos que no dan abasto. La cola es una serpiente que quiere por encima de todo un sí, y en el no caen rendidos como si el cansancio ya no pudiera respirar en ninguna otra parte. El vicio de la derrota es que no te deja relajarte. Se cierran los calabozos con fachada de residénciales. Te ponen un sello de oropel y blasón como estandarte que te llega rodeando una manzana, una cuadra, por donde no cabe más nadie. Se le puede llamar al mundo victoria entre guerras, historia de lo que es saciarse. Quieren salir para desde lejos echarla de menos, con sus padres de la patria, con sus madres atadas a sus hijos. Te lo puedo decir porque lo he visto. Mientras tanto la gente celebra con el espinazo del diablo, y es largo, tan largo, que parecerá que murió la serpiente al desplegarse la tarde. En algunos países cuelgan cacao, en otros negros en los magnolios y en ninguno cuelgan billetes a pesar de que eso crean los que tienen la necesidad domesticada. De esos gregarios humanos y huérfanos de patria se puede oler el cansancio como el que huele a sudor camuflado con la artimaña. Dejad la súplica, el mañana vendrá luego con una esperanza que agoniza mientras el mundo les aplaude.

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