Capplannetta y el sentido nefasto de la propiedad

Decía Ernest Hemingway que nada te pertenece hasta que lo regalas. Yo en mi adolescencia no he tenido sentido de la propiedad, he tenido un par de ciclomotores y, la verdad, era como no tener nada tuyo, salvo que era un vehículo para ir a trabajar. Y tenía una documentación donde por aquellos años hacíamos los cambios de nombre con un bolígrafo. Imaginen lo rudimentario del asunto. Era como una pequeña anarquía, ya que las cosas han cambiado y mucho. Ahora tienes que ir a la jefatura de tráfico tanto para cambios de nombre de vehículos, como también para darlos de baja. Pero cuando conforme vas haciéndote mayor y te independizas, y casi siempre de alquiler. Hasta que te das cuenta que vivir solo es caro, y vivir en compañía desemboca en problemas de convivencia. Con el tiempo te echas novia y te casas. Entonces se convierte todo en una odisea para encontrar piso primero, después, que un banco acepte concederte una hipoteca. Las hipotecas rondan en duración de veinte a treinta años, y otras las hay de hasta cuarenta años. Pero ese no es el dilema. El dilema viene cuando ves a la gente disfrutar de la vida (algunos) y otros amarrado a la gran estafa que es un banco. Y lo digo así, como lo siento. Entre notarías, hipoteca, seguros de vida, y otras mierdas más, te vas quedando en una jaula de oro a la que llaman confort, eso, o vivir por encima de tus posibilidades, ya que nadie regala nada y los sueldos son precarios. Entonces, aunque seas todo lo radical del mundo, te haces cautivo de el amasijo de dinero que entregas, y no es dinero, el dinero huele a sudor, es tu tiempo, un tiempo perdido totalmente. Así es.

Deja un comentario