Capplannetta y el síndrome del nido vacío

Quizá tengan razón aquellos que llaman como “Síndrome del nido vacío” a las primeras discusiones en pareja. Yo me emancipé a los treinta años, aunque existe gente de más edad que no lo ha hecho todavía. Vivir solo no es fácil, pero cuando el nido deja de ser nido quiere decir que tus padres prefieren tener una jubilación tranquila. Yo soy un náufrago de un barco donde el interés y el desinterés han hecho mella en mi “nido” y se ha llevado por delante a padres y lo que eso conlleva. Vivo en la casa donde yo discutía con mi ex y no guardo un grato recuerdo. Eso me condujo al divorcio definitivo. No soy una víctima, y tampoco el último y el primero que se divorcia. Yo, antes de separarme, aunque las discusiones llegaran a estados críticos, jamás le puse la mano encima. Aunque esa etapa de mi vida la haya olvidado, no perdonaré el agravio hacia mis padres. Quizá haya llegado al punto de empeorar mi enfermedad, pero no puedo culpar a mi ex, aunque ella haya dejado trampas furtivas, el hecho es que le tengo lástima, pero más lástima me dan mis padres. Ellos no han disfrutado de casi nada en la vida. Y quizá sea el hermano con mayores debilidades. Pero puedo ser pobre, pero no un pobrecito. No guardo rencor a nadie y tampoco soy un resentido. Pero las cosas son a veces culpa de los dos cónyuges y de ninguno. Quizá sea por la incompatibilidad de caracteres, pero aunque hayamos perdido los dos, he aprendido mucho acerca del matrimonio, pero no de mi matrimonio fracasado, sino con el de mis padres. Mis padres para mí son un ejemplo de armonía y el hecho de comprenderse y compartir.

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