
No sé cuando perdí el confort emocional. Debió ser en aquellos días cuando me emborrachaba por el simple hecho de no quererme. Las personas que hemos tocado fondo llegamos a un estado de inestabilidad. Ahora sí me quiero, pero en mi vida he soltado algunos lastres para hacer acopio de otros nuevos. Que me perdonen todas aquellas personas que se vieron en un dilema por mi culpa. Este perdón abarca a personas y criaturas colonos del Monte de Venus. ¿Qué ha sido de mi confort? ¿Cuándo ha llegado el momento de mi propio hostigamiento? ¿cuándo? En realidad nadie ha dicho nunca que el mundo sea confortable. Quizá lo digan los ricos. Ya que sus lujos los costeamos los pobres con una vida de precariedad absoluta. Aunque crea en una política donde se emancipe el proletariado y el lumpemproletariado, no me adhiero a ningún sistema político. Mi política es la del día a día. Mi zona de confort, la verdad, nunca existió. En mi infancia y adolescencia viví una especie de vida confortable edulcorada. Planes que había hecho para este nuevo año no los he llevado a cabo. En lugar de eso he seguido castigándome la paz y la vida confortable. La infancia y la adolescencia son una primavera inocente. Prefiero mi vida de ahora, pero ¿para cuándo mi paz verdadera? Aquella del dicho de No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. No vivo una vida de lujos, pero ¿y el confort? ¿Cuándo se fue de mi vida? ¿A qué puedo aspirar yo si he vivido en el subsuelo toda mi vida? Mis padres, trabajadores excepcionales, mis hermanos, bueno, prefiero no hablar de ellos por discreción. Pero, ¿qué puedo yo reprocharle a la vida? La verdad, soy mi peor enemigo ahora.