
Nadie dijo que el camino de la vida fuera fácil, pero así es, resulta un camino tortuoso lleno de tropiezos. La vida que ahora vivo es muy distinta a la vida de hace unos veinte años atrás. Cuando eres joven no le temes a casi nada. Pero unas vacaciones en el infierno cambian a las personas. Hay otras cosas no menos importantes, que te llamen loco, y es vivir la locura por ti mismo. Ahora estoy en casa encerrado, pero es mi decisión y es temporal. Llegando a este punto te das cuenta de quienes son tus amigos, tus familiares y lo que antes era. Ya está, ya estoy preparado para saltar al abismo, ese abismo que en cuyo nadir está el infierno. Y más allá del infierno, infierno provocado por nosotros mismos, está la nada. Los cielos y esas cosas de las que hablan los que nunca han vuelto del cielo para contarlo, son los que se empeñan en que no perdamos la esperanza, resignación ante la muerte, y lo que Dios ha unido que no lo separe la rusa. Es una broma. Aún me queda sentido del humor. Pero debo admitir que toqué fondo. Ahora estoy en una etapa de letargo. El cielo se supone arriba aunque está entre nosotros. Entre nosotros también está el subsuelo, pero lo más maravilloso es que existen dimensiones en este mundo que no puedo bien explicar. Este mundo ha sido diseñado para ser lo que es, pero más a gusto estaríamos si no nos hiciésemos la puñeta unos a otros. Yo no soy nadie para escribir sobre providencias divinas en los cielos, ni tampoco hornos crematorios en el averno. La persona inteligente se define, no por las cosas que adivina, sino por cómo encaja cada agravio.