
En el último capítulo de mi vida, el que más dura, estoy en un momento de tranquilidad. Todavía no disfruto de plenitud, pero tiempo al tiempo.Todo un largo suspiro que me lleva a coger fuerzas para el próximo combate contra el peso pesado que es la vida en sí. Espero que las once mil vírgenes y otros mitos profanos me protejan en este caminar desnudo como un pollo desplumado por las calles que son misterio a veces. El último suspiro desemboca en la taxidermia de mi cuerpo despreciado. En primer lugar sufro un promedio de tres enfermedades, no diré cuales, solamente me ocurre que escribir como lo hacía antes, ya que es en la madrugada y es mi manera de vivir, escribo, puedo decirlo, escribo por prescripción médica. Mi médico dice que en lugar de escribir de noche escriba de manera diurna. Qué horror. En este capítulo de mi vida, último y raro, tengo pinchazos en el pecho, pero no quiero alarmar a nadie. Puede que todo venga por el hecho de ser un hipocondríaco como una catedral. Mi manera de ser hipocondríaco abarca a familiares que quiero y también a amigos. Eso quiere decir que soy un hipocondríaco polivalente. Escribir ahora con la medicación que tomo es difícil, mas me pone que no doy pie con bola. Siempre he sido malo jugando a fútbol. Aunque la medicación me deja pesado y con el cuerpo listo para ir a la cama. Pero mi hora de acostarme suele ser tarde, por eso lo de escribir tarde. Pero ya estoy acostumbrado. Desde que trabajé en la fábrica de compresores me he acostumbrado a acostarme tarde y me levanto tarde. Me levanto a la hora de los perdedores. No me considero caballo ganador, por eso advierto, no apuesten por mí.