Capplannetta, después no hables

Si algún día te pones a llenarte la boca de sandeces, críticas a fulano, envidias a mengano, y te ríes de zutano, después no hables. No eches la culpa a nadie, tú eres el único culpable, de las horas perdidas, de los besos que se esfuman, de aquel que te abandona, después no hables. Los animales siguen su instinto, y las personas seguimos nuestro instinto, pero sabemos cuando hacemos daño, después no hables. Si te hacen un vacío, si te humillan ante gente, si te sientes maltrecho. Muchas vueltas ha dado el mundo para que esté así. No vengas a llamar porque se cerrarán todas las puertas. Después no hables, no hables no. Todos conocen tu sacudida y tu desvelo. Tu amplia cámara de gas, tu verdad que va menguando, tu mentira al desnudarte, después no hables. Gritar por ejemplo, estoy solo y no tengo amigos, o por ejemplo, en qué momento se jodió el Perú, ningún Vargas Llosa hallarás tras la cortina de humo que asfixia y pudre el aire. Aire, aire, agua, agua. Después no hables. Podrás decir mil cosas, incluso perdonar y reconciliarte, podrás tener la suerte de decir que mal pensaste. Que no hay treguas en esta guerrilla loca de sudor que escuece en la mirada, podrás ver desde la atalaya para luego bajar al nadir de los estorbos. Te precipitarás tú solo al abismo en el que caes. Se amotinarán los te quieros, te sentirás bombilla antes que enchufe. La noche callará de madrugada, después no hables. No hables a media jornada ni a jornada completa, te tapiarán el paisaje que frecuentas, pero tendrás miedo, después no hables. No, no hables, docena de plegarias se abrieron camino para siempre. Multitudes de exiliados buscarán la paz del domingo por la tarde, después no hables, que conste, estás avisado. 

Capplannetta decidle

Si alguien te dijera dónde estuve yo encerrado decidle que fue un error, echadle la culpa al cirujano, a la ambigua precisión quirúrgica que tienen los bisturíes. Decidle que fue un error del enfermero que activa los electrochoques. Decidle que me inventé un crucigrama y me perdí en él. Decidle a quien pregunte, que no estoy loco, que ha debido ser algo que tomé en mal estado. Decidle a quien pregunte. Aunque muy pocos preguntarán ya. Decidle que esta barrigota mía creció como una seta sin acordarme el lugar ni la fecha. Decidle que me acuerdo mucho de ella, aunque ella no se acuerde ya. Decidle que me envenené con monóxido de carbono, que tengo diabetes, pero no digáis por Dios el diagnóstico preciso, haceros los tontos como niños que miran los frutos inútiles de los cipreses. No le digáis jamás a quien yo debo, a quien me pagó, y por el que me hice fugitivo del deber. Todo esto me pasó porque me sobrevino la náusea cuando mira la gente al besar a tu novia. No soy el preferido de mamá, tampoco fui el primero de la clase,  lo que sí tuve es suerte. Ahora no tengo dinero, se me está perdiendo la dentadura, a mi edad me dieron palos pero yo no culpo a cientos, ni al fanático de la última palabra. Hubo una vez que fui revolucionario y bajo los adoquines no encontré playa alguna, debajo estaba la cloaca. Decidle que necesito cariño, que rompí mi cordón umbilical y ahora ando solo por mi casa buscando cariño, no soy peligroso, a decir verdad soy más miedo que verdad, más valiente que enemigo. Hay momentos en la vida que te engulle una ballena y te alumbras con un mechero hasta que resurges. Decidle eso, decidle a todos que resurgí y no me volví loco. Que me pueden encontrar si me buscan. Decidle, decidle, decidle a todos que no me importa que me cambien el nombre, el parentesco, o la semilla, total, ahora no tengo ni familia. Mi familia se pone nerviosa con mi presencia, decidle a todos que me calmaré cuando nos veamos las caras. Yo, que he cruzado el Atlántico ocho veces. Yo, que fui generoso y lo sigo siendo. Que no estoy gordo por el vademécum, que soy aventurero de sofá. Decidle, antes que se vaya en la niebla para siempre, decidle que soy adolescente todavía.