Capplannetta desahuciado

Dejó de pagar primero las tarjetas. Su madre había fallecido hacía dos meses. Su padre le advirtió: hasta que esté tu madre viva podremos ayudarte, pero si faltara alguno de los dos, tendrías tú que sacarte las castañas del fuego. Y así fue. Demasiadas deudas, demasiados préstamos personales, y el talón de Aquiles, la maldita hipoteca. 

A Capplannetta le habían venido tres avisos de embargo, ésta vez era verdad, vino el secretario del juzgado con los policías. Dejó en el piso muebles, algo de ropa vieja, él se anticipó llevándose los libros y demás parafernalia. Se tuvo que ir a vivir con su padre. Estando en el piso del padre, todo eran reproches, pero le respetaron la Pensión y no se la embargaron. 

El padre, al morir la madre de Capplannetta, ya no le encontraba la sal a la vida. Decidió irse a Andalucía. Pero Capplannetta prefería quedarse aquí, en Sabadell. Discutían y discutían. Eran como el perro y el gato. 

Llegó el día del lanzamiento y a Capplannetta le quedaban todavía libros, artículos kitsch y revistas en las que él se inspiraba, cintas VHS y cassettes. Él no se quería ir, lo ayudaron vecinos y gente de la Plataforma antidesahucio de Sabadell. A Capplannetta se lo llevaron entre tres policías. Dejó sus muebles, y se los quedó el banco; que me digo yo, ¿para qué querrá el banco un piso con muebles rotos? La respuesta es muy básica: para amasar dinero, se mean en la sopa de los pobres, te hacen mover cielo y tierra debido a los requisitos exigidos. 

Capplannetta lloraba. Se iban a repartir el dinero de la venta del piso varios bancos, tenía préstamos, tarjetas de crédito, todas las financieras querían su parte del pastel. Capplannetta tuvo que alquilar un trastero para meter tanto libro, ya que su padre se negaba a guardarlos en un piso de 50m2. El padre lo tenía decidido. Se iba a Andalucía a morir en paz, cosa que merecía. Merecía morir tranquilo y Capplannetta dejó de oponerse a que se fuera. Ya se habían acabado los momentos mejores de su vida, mientras estaba su madre viva. La echaba de menos. Su risa fresca, su manera de ser, su toque delicioso en las comidas. Se había ido su gran pilar. Nunca olvidará a su madre. Siempre fue buena madre. Era una madre entregada a sus hijos, por eso Capplannetta estaba tan enfadado con Dios. Le decía: Te has llevado mi alma, lo más bonito de mi vida. 

Con el tiempo se enteró que su vivienda había sido trasladada a lo que llaman un banco malo. Capplannetta se quedó a vivir en casa de sus padres. Su padre se fue a Andalucía, a una casita, el hombre vivía tranquilo, ya había padecido lo suficiente en esta vida mala. Capplannetta a veces iba a visitarlo en el tren de alta velocidad. ¿Para qué quieren tanta casa vacía entre tanta especulación si la gente vive de manera precaria? 

Los bancos y las inmobiliarias son gentuza. Gente sin escrúpulos, endemoniados buitres carroñeros.