Capplannetta y Gregor Samsa

Al igual que Gregor Samsa yo también he padecido mi metamorfosis personal. Un día me desperté y me fui convenciendo de ser un insecto. Una cucaracha imposible, o un escarabajo, que resulta repelente hacia los hombres, y del cual no puedo sentirme orgulloso. Poco importa si ese insecto es inoportuno, o es un merodeador de espacios comunes, o de espacios privados hábiles para poner las larvas. La gente que te ve le basta con darte una palmada, o pisotearte aunque corras, o te echan veneno para insectos que reptan, y también que tengan vuelos gallináceos. Sí, soy un insecto, un insecto al que gritan las adolescentes, intentando así huir despavoridas. En realidad tengo miedo de ser el insecto que soy, pues no tengo modales, aparezco de imprevisto y doy asco al personal. Pobre Capplannetta, pobre Gregor Samsa, seres asquerosos a los que les dan la vuelta sin poder ponerse a reptar. En esos momentos mueven sus extremidades y tan sólo quieren ponerse en la postura que exige su naturaleza. Pero es imposible. Los niños malos nos azuzan contra otros insectos. Yo verdaderamente le temo al camaleón. Para él soy un verdadero manjar, soy su plato delicioso. 

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