Capplannetta y sus demonios

Hay noches singulares en que todo parece en calma, aunque vienen los demonios a buscarme. No es culpa de nadie. Debe ser por mí, que a ratos ando solo, y en otros momentos, a ratos solamente ando. Yo vivo la gracia de los que recibieron la insignia de las lágrimas de San Lorenzo. Para mí la belleza lo es todo. Y puedo encontrarla en cualquier parte. Pueden ustedes pensar que soy homosexual, o quizá sea un hombre ya maduro atrapado en un síndrome de Peter Pan. Pero yo me considero un hombre solo aunque tuve compañía. No. A mis padres que nadie los culpe. Ellos han tratado de darme aquello que les ha sido posible. Me pasa a veces que la soledad me oprime la garganta. Intento cruzar varias fronteras, sin embargo la que más quise cruzar, es imposible cruzarla sin salvoconducto. Se acerca el gran bombardeo hacia las ciudades esbeltas. Miles de obuses nos harán morder de rabia las plegarias. Moriremos como locos, ahorcados en fila los  patíbulos. Como todo el mundo yo duermo, vivo y comparto con mis demonios que son sombras. Ellos me hablan en el anochecer, y me anuncian  simulacros de cera que arden como cirios. Pantallas de sombras chinescas con figuras nunca vistas antes. Desayunar desayuno. Mis vasos de leche de vaca y de soja. Si no fuera por estos padres que tengo ya me hubiera escapado a cualquier lugar, sin embargo, sigo aquí comiendo lo que mi madre cocina. Mi pobre madre. Cuando vivirá tranquila de una vez por todas. Mis demonios me llevan a lo más oscuro de mi vida, pero siempre hay un Dios presente. Dios que para muchos es rezar, y yo no le rezo, tan sólo escribo y escribo. Tengo conciencia de él y mis demonios.