
Ese chico enclenque que creía en la libertad del individuo acató su menospreciada valía y se puso a trabajar seriamente en el asunto. Primero aprovechó la circunstancia de hacerle el amor a cuantas mujeres pudo. Después se fue de fiesta en los más variados festivales de distintos géneros musicales, incluso vio a Bob Dylan en uno de ellos, también a The Rolling Stones en su gira Bridges to Babylon, se aficionó a cantar flamenco, y cantaba bien, pero imposible era hacer sombra a otros cantaores. Estando en la heroína se marchó de vacaciones. También se fue a los San Fermines tras haberse desvinculado de drogas y demás sustancias. Fue entonces cuando comenzó a engordar la tripita. Cosa que no le dio importancia, con el tiempo creció y creció. Se marchó a Perú con barriga aunque delgado. En esa época se había leído a algunos clásicos del Siglo de Oro, también a clásicos del siglo veinte. Los que habían leído alguna vez un libro le sugerían que leyera a Nietzsche, a Sartre, a Cioran, él aceptó el desafío, sin embargo se leyó a Charles Bukowski y a Burroughs, el realismo sucio le atraía, pero quiso probar con Gabriel García Márquez y Juan Rulfo, descubrió a José María Arguedas y a Juan Carlos Onetti. Quiso probar con Cortázar, en fin, todavía le quedaba tanto por leer… encontró a través de una película a Truman Capote; Roberto Bolaño y Enrique Vila-Matas vinieron como si de una aparición se tratara. Después vinieron los contemporáneos a él, por ejemplo, Svetislav Basara, Marta Sanz, Sara Mesa, Elena Medel, Alejandro Zambra, Pedro Lemebel, Mariana Enríquez y un largo etcétera, pero ha seguido una trayectoria como lector que los que lo conocieron en su adolescencia creían que se había vuelto loco. Y puede que sí, al menos un poco. Leer no estaba en los planes de ningún conocido suyo, cuando se enteraron de que Capplannetta leía se echaban a reír. Al parecer, reinsertarse en la sociedad era un tabú, o mejor decir un delito donde muchos incrédulos no daban crédito. Hubo un amigo que le insinuó que si era poeta para ligar más, y él le contestó: se liga sin quererlo, es como el que va de caza y no sabe lo que traerá a su casa. No es que iguale el hecho de ligar con irse de cacería, pero las chicas cuando menos les haces caso es cuando más se interesan por uno, influye el palique, también lo agraciado que seas, y hay veces que ni con esas.