Capplannetta y el apropiacionismo

Cuando le dices a alguien que eres apropiacionista te miran como un bicho raro, o sea, un intruso. Pero si además añades que eres outsider, que tú arte es outsider (repito) se quedan perplejos. Y si encima les dices que escribes ya te llevan al centro de salud psiquiátrica de tu distrito. Y si en eso no tenían bastante, y les dices que eres poeta, ya sí que la has cagado hermano. Con Leopoldo María Panero pasó una cosa. Vivía en los psiquiátricos como intento de escribir su interesante obra, pero Leopoldo María usaba a los psiquiátricos porque no tenía dinero como para costearse un piso pequeño. Pasó mucho tiempo en el psiquiátrico de Mondragón, en el País Vasco. Y otro ejemplo de apropiacionismo es el de Agustín Fernández Mallo, que escribió un remake sobre la obra de Jorge Luis Borges El Hacedor y su esposa María Kodama mandó quitar todos los ejemplares de El Hacedor. La cuestión apropiacionista no es sólo motivo de derechos de autor, se debe ser meticuloso. Que hagan apropiacionismo  con una obra mía sería motivo de orgullo. Mis cosmonautas la mayoría son descargados de Pinterest, aunque también lo hago de Pixabay, Me molesta mucho aquellos que ponen la c de copyright en algún texto, y aún más si el texto no vale nada, es de risa. Yo en estas webs donde pongo poemas ajenos, poemas propios, pensamientos y anécdotas le pongo el copyleft. Sólo pido un requisito, que mencionen la fuente de donde encontraron el texto, o la ilustración. Cuando me veo como apropiacionista a veces pongo mi logo, que es una c de copyright con la abertura hacia abajo, y la € de Euro mirando también hacia abajo. Creo en el software libre, pero no gratuito, también como y me visto. 

Capplannetta y julio

Decía Julio Cortázar sobre la locura: que esas cosas hay que merecerlas, que no son para cualquiera. Y yo lo subrayo, ya que de tantas veces que me llamaron loco sin serlo, he acabado por que me digan loco porque lo merezco. Un loco como yo es capaz de sentirse culpable por muchas cosas que no han ocurrido, y no sentir ni una pizca de regomello por cosas que suceden a diario. Pero no se equivoquen. Yo no soy un instigador. Quizá que de tanto desastre acaecido en mi juventud he acabado por sentirme culpable por cosas que no tengo la culpa, y nunca las tendré, sin embargo, yo soy así de sufrido, imagínense. Estamos en el mes de julio, y todavía no ha empezado del todo mi infierno personal, que no son ni las navidades, ni otras fechas de festivo, son las vacaciones de agosto. Y ahora para colmo van a seguir decretando los toques de queda y las medidas restrictivas por el COVID-19. Eso está ocurriendo a pesar de que muchos ya se han vacunado. Pero haya vacuna o no haya, como dicen mis enfermeras que este virus ha venido para quedarse, y esa es otra. Siempre, en alguna novela se ha hablado de guerras bacteriológicas, o biológicas, también de ciertas distopías y otras peligrosidades producto del hecho de querer controlar a la población. En fin, sea como sea, cueste lo que cueste, es preferible salir indemnes de cualquier síntoma adverso que ahora han repercutido en muchísima gente. A salvo no estamos nadie, ya que los que se dedican a la sanidad se han vacunado antes que cualquiera. Y si los sanitarios apuntan a que este bicho mata, hacedle caso.