
Si les soy sincero no envidio a los poetas por la calidad de sus textos a la hora de ganar un concurso, sea este en la lengua que sea, o la región que sea. Pienso que los concursos están otorgados sus premios bajo el estereotipo que bien remarca Vicente Luis Mora en su ensayo Singularidades y me encanta el fragmento de ese libro expuesto por Agustín Fernández Mallo en Postpoesía. En un concurso de poesía juegan aspectos como el jurado, la edad del poeta, sí está bien o no puntuado, o debe estar establecido por poemas con la manera de ser en un poema clásico, es decir, el título en negrita y en la cabecera y el texto del poema guardando métrica y maneras poéticas. Atrás quedaron poemarios que fueron rechazados por ser Sonetos, o Haikús. Muchos han ganado concursos de provincias la mayoría donde lo mejor es la cantidad económica, lo demás es sesgo estrictamente del jurado que no creen en la nueva manera de escribir poesía con formas de innovación al límite de vanguardias y poesía postmoderna que no dice nada nuevo. Tampoco tienen credibilidad poemas rimados, aunque sí la tienen la poética hermética. La mejor poesía para mí es la de la experiencia. No me gusta Rimbaud, tampoco Baudelaire y mucho menos poetas (algunos) de la generación del 27. Pero sí me gusta la poesía chilena, y la peruana. Hace poco compré un libro de José Watanabe y me pareció estupendo. Aunque la poesía de José Emilio Pacheco es buena, la poesía de Gabriel Zaid es hermética, aunque algunos ensayos sean de una brillantez asombrosa. Con Antonio Gamoneda coincido en que la mejor poesía está en Latinoamérica, en España se hace buena poesía, pero, por ejemplo, el premio Adonais es para poetas jóvenes. También para todas las edades está el Premio Loewe. El hecho de participar adquiere un gasto económico, que algunos no nos lo podemos permitir, hacer fotocopias, donde te exigen varios manuscritos, la verdad es que los concursos son para gente con dinero.