
Una legión de fugitivos del deber imploran a la noche su sueño. Yo, como no sabiendo para qué, renuncio a los hábitos que tengo. Un momento, ¿por quien pregunta usted? Pregunto al amanecer, a media tarde (mi consuelo), pregunto a la madrugada que es la que evoca ámbar de luz y ceniceros repletos. No, no quiero proceder del agua estancada, y sí del rayo persistente y eterno, quiero proceder de las ventanas opacas donde cuartos oscuros precarios y pequeños me hicieron juntar dos barajas de naipes españoles como el miedo torero. Quisiera retroceder y quedarme sentado en tu suelo, en el primer escalón, que subir muy arriba da miedo. Quiero proceder con sutiles cosas que hacen migajas de la mitad de tus besos. Evoco todas las cosas, las sutiles primero, en ellas anda un día sin sol, y a lo lejos viene un lucero. Quítate la ropa ya y déjala en el ropero, desnúdate tal como venga aquel frío, la lluvia, el invierno, y volverás a ser verdad entre peldaños de un mundo secreto. No quiero ser superficial, tampoco personaje de cuento, quiero ser tu claridad, allí en los patios y la primavera hacia dentro. Así lo quiero, sí, quiero ser tu hermano que te quiere desde el recuerdo.