Capplannetta se dice

…Y me digo cien veces, mil, dos mil, que este miedo a mí mismo pasará, como una tormenta de verano, como la rabia de un muchacho de extrarradio, como el olor impregnado en una prenda…se evaporará. Porque yo no le hago daño a nadie, no me meto en las vidas ajenas, no presumo de tener familia en sus cabales, no me digo esta casa es tuya…aprovéchala. Para mí vivir es otra cosa. No tengo coche de alta gama, tengo libros, tengo maneras de vivir, mini bar de etiquetas frente al vidrio, vino blanco, pues echo de menos a mi tío. Con él bebíamos en mi casa nueve o diez botellas de vino, y no nos emborrachábamos. Nos daba euforia y hablábamos sin parar. Ahora no está el Tite, ahora son otras las circunstancias, ahora es otro el escenario, quizá otra obra de teatro, quizá una película que diga cualquier cosa, quizá contar en negro sobre blanco los pormenores de un trauma infantil. Pero siendo sincero, no me apetece nada salir, no quiero sentirme fuera de este mundo. El otro día me dio mi sobrino un beso, un beso, ese día fue un gran día, ya comprendo que lo que le ocurría era que no me tenía confianza. Me veía poco. Me digo a mí mismo…tranquilo que esta crisis pasará, como pasan todas, me vacunaré y pronto podremos ir todos sin mascarilla. Es horrible. Las enfermeras que vienen a casa me lo dicen, ni ellas se acostumbran. En fin, me digo todas estas cosas porque las sombras han invadido mi hogar. Solamente los recuerdos, los fantasmas del pasado. Drogadicto de trastienda he sido, y he visto cosas peores abalanzarse sobre mi alma feble. He visto cosas horribles, en aquellos momentos reía. Ahora no me hacen ni pizca de gracia, sin duda he cambiado, no sé.

palabra de outsider-cholo soy, y no me compadezcas

Han habido algunos escritores preocupados por el tema de los indígenas. Dicen que el subcomandante Marcos es un gran lector y tiene textos elaborados con muy buena pluma, se nota en su impronta cierta dominación del castellano en sus discursos, donde suele ser directo y reivindicativo. Decía el Ché Guevara que toda Latinoamérica se componía de mestizos y había que denominarla como la gran madre tierra, también la Pachamama. Me vienen a la cabeza escritores como José María Arguedas (peruano) y el gran Juan Rulfo (mexicano) como defensores de un indigenismo necesario y tan habitual como el oxigeno que respiramos. Me vienen a la memoria una canción popular peruana que se titula Cholo soy y añade la canción narrando el episodio del cruel asesinato de Atahualpa, emperador Inca por aquel entonces, que cayó en manos del cruel Pizarro. En Perú la canción es tan famosa como el himno a la patria. Recuerdo mis primeros encuentros con la América peruana, ya que me metí de lleno en el seno de una familia que me dio calor humano. Los cholos están en el extrarradio de Lima y el viejo Callao, en los “pueblos jóvenes” los llaman. Después andas por el centro, como por ejemplo, San Isidro, Miraflores, y un largo etcétera, que viven amurallados y allí como digas cholo a otra persona por muy cholo que sea se sentirá ofendido. Es algo que los peruanos deberían arreglarlo lo antes posible. Ser peruano de la sierra y llegar a Lima es como un masai en New York. Miren qué foto he encontrado en internet, es la foto de una cholita que para mí representa algo más que ternura e instinto paternal. Veo su ojo mirando a cámara y su timidez me producen vestigios de amor. Adoro esta foto. Muy representativa de la sierra peruana. Esa que nos dice: -Cholo soy, y no me compadezcas, esas son monedas que no valen nada y que dan los blancos como quien da plata. Tengo esa canción grabada en mi alma.