Capplannetta y la ficción

La realidad, dicen, supera a la ficción. Escribir ficción no lo considero malo, no se confundan, ya que existen libros de ficción muy buenos. Pero yo prefiero palpar la realidad, y no es que sea como lectoespectador un insulso que es incapaz de imaginar. Ya lo creo que imagino (ficciono). Pero me llaman más las historias que tienen un poso de realidad, mucha o poca. Escribir desde la autoficción no me parece mala idea. Y escribir narrativa realista es lo que me pone. No es que yo sea como una “Maruja” que vive de los chismes de la vida, no. Me gusta la poesía también, la narrativa, la metafórica, la metafísica, la realista, la poesía de la experiencia. Pero no creo en los jeroglíficos. La poesía hermética me disgusta. Atrás quedaron poetas de mucho hermetismo. Los he leído. Quizá yo no alcance a comprenderles, pero no, no es lo mío. Hace algún tiempo leí en Twitter el siguiente mensaje: se escribe de lo que se conoce. Sí, es obvio. Pero no añadió que la vida o la literatura (en este caso) no tenga distintas posturas o perspectivas. Yo prefiero la literatura que pone sus pies en el barro o el suelo, tal vez que no lo bese, o que vaya de puntillas. A mí me interesa todo lo que experimente desde la experiencia, valga la redundancia. Quizá se me escapen de las manos algunas lecciones culturalistas, pero no voy ni de genio, ni tampoco de lumbreras. Huyo de la ficción pero la leo, aunque donde se ponga una historia que parte desde la verdad que se quite la imaginación. Además, en la autoficción y en la novela realista también se imagina, se intuye, se descubre, se averigua, pienso que todo es cuestión de ser un buen lector. En fin.

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