Capplannetta y el constante deseo

Entre todos los deseos que tengo a lo largo del año, uno de ellos, el más constante y necesario, es llevar a una vida mejor mi equilibrio psicológico. Estoy desenganchándome de una medicación y comienzo otra nueva. Aún tengo esperanza. El proceso es lento y rutinario, pero de momento está valiendo la pena. Ahora se me puede notar sedado y con la parsimonia típica de estos procesos. Al dejar la antigua medicación sufres un pequeño síndrome de abstinencia. Me gustaría coger mi cámara fotográfica e irme con mi padre a fotografiar el barrio, antes que se lleve a cabo el plan urbanístico y desaparezca por completo ese skyline que tienen las vistas desde La Capella, recuerdo haber ido con mi tío y beber vino hasta hartarnos. Eran tiempos no muy lejanos, aunque me acuerdo mucho de él. Otros de mis deseos, es preferible no hablar de ellos, pueden haber malentendidos que no vienen al caso. Cuando pasen todas las rectificaciones y preparativos sobre Cibernética esperanza debo comenzar con mis lecturas. Me interesa la literatura a la vanguardia de la vida y de la propia literatura. Hay escritores que escriben muy bien. Pero a cada cuál su estilo y su manera de ver la vida. No soy un intruso, llevo muchos años en esta cosa extraña que es la vocación literaria. No tengo la mayoría de edad literaria para denominarme escritor, pero prefiero escribir sin público antes que tener un público que me juzgue de manera equivocada. Soy un antihéroe, no he podido acabar con esta guerra soterrada que me sigue a dos metros, pero gracias a la escritura me he salvado de mi propia inmersión a los infiernos. Cada uno tiene sus propios demonios, y no soy un santo. Aunque tampoco soy un hombre ingenuo. Quizá la vida me haya enseñado su lado más perverso para tomar partido y evocarla en la belleza. Toda la poesía guarda un poso de malicia, pero yo que he nacido en el Hotel Ambos Mundos, prefiera dar tregua a cualquier conclusión errónea de los trayectos que emprendemos desde el deseo. Quisiera de verdad ser amado y amar. Que no se acabara jamás. Pero no soy ingenuo (repito). Conozco o intuyo los materiales de qué se compone la naturaleza humana y esta me crea un poco de desasosiego. Se pierden muchas cosas a lo largo del camino. Pero es mejor no dar importancia a lo que perdemos, salvo si son seres queridos. En fin, me quedo con mis deseos y mi profundo desencanto.

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