Capplannetta y el mercado editorial

El mercado editorial últimamente está saturado. Las editoriales grandes rechazan manuscritos en cantidades industriales, ya que desde que se instaló el coronavirus en nuestras vidas, han aflorado poetas a porrillo y escritores de toda índole. El COVID-19 ha hecho que mucha gente aficionada publique en Amazon u otras plataformas. También se da el caso de que las editoriales pequeñas ya no arriesgan ni un ápice como lo hacían antes, hablo de editoriales que hasta hace poco tiempo atrás arriesgaban. La publicación de libros ha abaratado los costes y han surgido empresas de artes gráficas e impresión que realizan copias reducidas bajo demanda. Son empresas que sólo imprimen a editoriales. No imprimen a escritores. Y otro caso que ocurre es que se publica la obra de gente que conoce a mucha gente, y las ventas se disparan. Después están los escritores consagrados o que han tenido cierto éxito en su momento y para estos las puertas de las editoriales están siempre abiertas. Son escritores que han tenido un éxito como un fuego fatuo y se intentan alzar en vuelo tras la confianza de editoriales medianas, ya que las editoriales grandes han explotado a esos escritores y van tras la huella de otros autores con ideas nuevas. El mercado editorial ha perdido el sentido de riesgo a la hora de publicar narrativa. Porque poesía es muy difícil que te publiquen. Ahora, si lo que pretendes es meter un pie en una gran editorial debe ser a través de un agente literario, que ahora, en estos momentos, son muy comunes para aspectos literarios enfocados en las féminas. Lectoras de siempre, hartas de leer a machotes de pelo en pecho, han logrado un lugar merecido dentro de la literatura de grandes editoriales. Y esos editores que publican a mujeres se han percatado que son las que más venden, incluso las más traducidas.

Capplannetta y el guardarropa a oscuras

Recuerdo una tarde de invierno en Maggoty que se fue la luz de toda la discoteca. La gente se amontonaba en el guardarropa para recuperar su abrigo o chaqueta. Tuvieron que ir las chicas del guardarropa a conseguir unas linternas para poder ver los números de cada prenda. Había de todo, nos cogió a muchos en plena oscuridad, encendían los mecheros e iban palpando como ciegos deambulando por toda la discoteca. Unos se dedicaban a meterle mano a las chicas, mientras que otros desesperados perdían su chaqueta. Uno de mis amigos perdió su chaqueta de piel en todo aquel barullo, cuál fue su sorpresa que se la vio puesta a un muchacho unas semanas después y mi amigo se la reclamó. El individuo se quedó sin chaqueta de piel, pues se montó un tremendo caos que muchos perdieron su chaqueta, o abrigo, o bolso. Son recuerdos que quedan borrados y en un momento como el de hoy aparecen. Hoy acababa el estado de alarma en toda España y al llegar las 0:00 h.han salido a festejarlo los muchachos de mi barrio. Pobre juventud. Después de un año y un par de meses han levantado el toque de queda. Unos dicen que es irresponsable, otros se alegran que así sea, yo me alegro por los jóvenes. Han tenido que irse a casa a partir de las 22:00h. y los bares cerraban a partir de ciertas horas. No ha habido lugar para la noche durante este largo tiempo. Y ayer aparecía la noticia de que la vacuna es gratuita y universal, al menos eso entendí. Al final el ser humano no es tan perverso como parece. Como cuando se fue la luz en Maggoty la gente ha perdido muchas veces la calma durante la pandemia. Todavía no hay que dar por finalizado el contagio. Falta por vacunarse mucha gente aún. 

Capplannetta y el constante deseo

Entre todos los deseos que tengo a lo largo del año, uno de ellos, el más constante y necesario, es llevar a una vida mejor mi equilibrio psicológico. Estoy desenganchándome de una medicación y comienzo otra nueva. Aún tengo esperanza. El proceso es lento y rutinario, pero de momento está valiendo la pena. Ahora se me puede notar sedado y con la parsimonia típica de estos procesos. Al dejar la antigua medicación sufres un pequeño síndrome de abstinencia. Me gustaría coger mi cámara fotográfica e irme con mi padre a fotografiar el barrio, antes que se lleve a cabo el plan urbanístico y desaparezca por completo ese skyline que tienen las vistas desde La Capella, recuerdo haber ido con mi tío y beber vino hasta hartarnos. Eran tiempos no muy lejanos, aunque me acuerdo mucho de él. Otros de mis deseos, es preferible no hablar de ellos, pueden haber malentendidos que no vienen al caso. Cuando pasen todas las rectificaciones y preparativos sobre Cibernética esperanza debo comenzar con mis lecturas. Me interesa la literatura a la vanguardia de la vida y de la propia literatura. Hay escritores que escriben muy bien. Pero a cada cuál su estilo y su manera de ver la vida. No soy un intruso, llevo muchos años en esta cosa extraña que es la vocación literaria. No tengo la mayoría de edad literaria para denominarme escritor, pero prefiero escribir sin público antes que tener un público que me juzgue de manera equivocada. Soy un antihéroe, no he podido acabar con esta guerra soterrada que me sigue a dos metros, pero gracias a la escritura me he salvado de mi propia inmersión a los infiernos. Cada uno tiene sus propios demonios, y no soy un santo. Aunque tampoco soy un hombre ingenuo. Quizá la vida me haya enseñado su lado más perverso para tomar partido y evocarla en la belleza. Toda la poesía guarda un poso de malicia, pero yo que he nacido en el Hotel Ambos Mundos, prefiera dar tregua a cualquier conclusión errónea de los trayectos que emprendemos desde el deseo. Quisiera de verdad ser amado y amar. Que no se acabara jamás. Pero no soy ingenuo (repito). Conozco o intuyo los materiales de qué se compone la naturaleza humana y esta me crea un poco de desasosiego. Se pierden muchas cosas a lo largo del camino. Pero es mejor no dar importancia a lo que perdemos, salvo si son seres queridos. En fin, me quedo con mis deseos y mi profundo desencanto.