Capplannetta y el Alzheimer

Mi abuela padeció el mal de Alzheimer los últimos años de su vida. Es una enfermedad terrible, pues el enfermo entra en un deterioro paulatinamente que no sólo lo deja sin memoria, se vuelven vegetales. Mi tía fue quien la cuidó hasta que falleció. A mi abuela no le faltó ni higiene, ni alimentación ni mucho menos cariño. Entre mi tía y mi prima la cuidaban dándole todo el cariño. Mi abuela fue toda su vida una mujer luchadora y por las historías que cuenta mi tío, y que escribe, fue una mujer que las pasó moradas en el pueblo en los años de posguerra. Luego se vino toda la familia a Catalunya y fue el principio del fin. Cuando murió mi abuelo se marchó al pueblo. Y con los años fueron reapareciendo los síntomas de la enfermedad. Recuerdo cuando se la trajeron del pueblo porque los vecinos decían que hablaba incoherencias. Yo era un crío. Pero recuerdo bien cuando le cerraban la puerta del apartamento de mi tía con llave, porque se quería volver al pueblo. Mi tío y mi padre, con cierta complicidad, reían cuando les regañaba por no dejarla ir al pueblo. Entonces hablaba mucho y yo disfrutaba oyéndola contar historias, era sonriente y debió ser muy atractiva. Guardo un recuerdo muy especial de mi abuela, ya que aprendió a leer y a escribir en los periódicos de los señoritos sevillanos a los que les servía. Cuando se enfermó se fue deteriorando hasta quedar sin habla, sin apenas moverse y se fue quedando delgada, muy delgada. Desde aquí, en esta tribuna que me ofrece la vida, quiero agradecer a mi tía Dolores Olivero Quiroga y a mi prima Adelia Núñez Olivero por darle tan merecido cariño y por cuidarla tan bien, gracias eternas. 

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