
Tiempo habrá para que vayamos como perros hacia la llamada del amo, aunque yo prefiera ser perro sin amo, ya que de nada soy yo amo, a mí no quiero que me domine nadie. Yo no quiero ser perrito faldero, tampoco perro de pelea, y no pasar frío como un perrito chico. Soy un perro hogareño y no ladro ni muestro mis dientes, me conformo sólo con gruñir ante la depresión. Una vez tuve un perro, un perrito faldero se puede decir, y cuando te acercabas a él con las dos manos en ademán de cogerlo te mordía sin reparo. Era un perro con trauma. De esos que son pateados de cachorro y cuando son grandes nadie quiere. Muchas veces me he sentido como este perro, pero a mí no me patearon de chico, yo mismo me pateé la existencia como un verdadero idiota que deja de quererse. Si no te quieres ni tú ¿a quién vas a querer? Eso suena a tópico, y a frase hecha que yo me he encontrado cuando de verdad quise querer. Son las paradojas de esta vida la que me llevan a amar a todos los animales, y si alguna vez hice daño a alguno, no sé si lo he pagado o estoy aún por pagarlo. Cuando no me quería nada cierta vez dije: -preferiría ser un perro a ser lo que soy, y de verdad no me quería nada. Pues es lamentable preferir ser un perro con lo bella persona que soy. Y está mal que yo lo diga, aunque mal está decir que esta vida perra es perra vida. Y para amarse como perros ya están La dama y el vagabundo, y eso era amor perruno, y no el amor que sintió por mí aquel perro faldero.