capplannetta no-poeta

A veces, o muchas veces, justificamos el hecho de escribir poesía como un acto de ser algo más dentro de lo que se supone el hecho de sentirse o como serlo en la realidad, ya no digamos la gente que no lee ni poesía y no tienen ni siquiera un libro de autoescuela en casa. Hay conceptos sobre los poetas muy infumables, por no decir estereotipados con mala leche. Pero esos, o aquellos poco ha de importarnos como piensen o lo digan. Y ya puestos, ¿qué es un poeta en este siglo? Un poeta no es el que crea unas rimas acertadas huyendo de cacofónicas obviedades. No, un poeta es aquel que vive y se entrega a un arte, digamos mayor, y busca hallar la frase aquella que lo dice y sabemos que es así como se dice. Hay ejemplos de poetas que han evidenciado sus pocas luces aludiéndose como poeta tan sólo por el hecho de haber ganado un concurso de provincias, incluso mucho peor, poetas hay de muy distintas maneras y pensares. Pero es obvio decir que un poeta no debe decir lo ya dicho, o decir lo ya predicho, o caer en el patetismo de ofrendarnos con una frase hecha. Un poeta es causa directa de lo que dice en todo momento. Es otra manera de vivir. Yo comulgo con la no-poesía, aquella que está constituida por una imagen que se abre y se cierra como un libro desplegable. A veces, antes de escribir poesía, nos debemos de preguntar ¿leemos bien poesía? Porque quien adquiere un libro de poesía no adquiere una novela que después abandona en un rincón polvoriento de la casa. Un lector de poesía adquiere un artefacto que contiene un mundo que se debe de leer a paso lento, como si la vida hubiese puesto en nuestras manos un pedazo de eternidad. Un pedazo de eternidad con el que el tiempo que nos envuelve pasa a un ritmo más veloz, incluso si se me permite el término, más vertiginoso. Porque el lector de poesía debe ser cómplice con el poeta, o en este caso, con el no-poeta, ya que no es ni otro ser, ni alguien inferior o superior, es alguien que camina traduciendo la verdad con el lenguaje de la fantasía. Nos traslada a nuestro rincón más confortable y caliente de nosotros mismos. Eso es un no-poeta. 

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