Capplannetta y la mala gente

Se empeñan, porque le es fácil decir, que la gente es mala, todo el mundo lo anda diciendo. Y sí, la gente es tan mala que yo he acabado siendo un igual entre la gente. Porque la gente, a trancas y barrancas, va con su herencia de mala gente. Los buenos son santurrones, o tienen falsa humildad, porque la gente es tan mala que le decimos pobre gente. Y siendo pobre gente no se puede vivir, por eso dirán que la gente es mala, porque también es pobre la gente. Intentan sustituir a la gente, ya sea buena o mala, ya sea pobre gente, la intentan sustituir por robots y máquinas sin corazón, sin sentimientos, sin humanidad, y yo me digo, si la gente no dice nada, ¿por qué dirán que la gente es mala gente? Y es porque no se quiere la gente entre la gente, no se quiere en ninguna parte la gente mala, no se quiere en ninguna parte. A la gente les da por decir que esta vida es una trampa que puso alguien que es mala gente, sin embargo esa gente dicen que no es mala gente. La gente dicen que es buena gente o porque te moriste o porque trabajas, pero lo dice buena gente, ya que ellos piensan que nunca van a morir, y trabajar no trabajan. La gente no es buena ni mala, unos trabajan y otros dan su charla, la vida, y sólo la vida, es mala para la gente. Unos tienen buena vida, otros tienen vida mala, a nadie le dio por decir que pobre del que no trabaja, y su vida es tan mala que se pierde entre la mala gente porque no es ni bueno ni malo ni tampoco trabaja ¡ay, pobre gente!

Capplannetta y su primo Pera

Tuve un primo que falleció ya hace unos años, quizá sean doce años, pero siempre lo tengo presente. O mejor decir que lo recuerdo cada día que pasa. El día de Todos Los Santos se acerca. No quiero oportunismo escribiendo estás líneas en homenaje a él. He escrito mucho sobre este primo mío. Escribí un poemario elegíaco en estos blogs. Se llama No me lo creo o no quiero creerlo. Recuerdo mis vivencias con él, siempre me sorprendió lo largo de su lanzamiento de huevos. Los tiraba desde el balcón de su casa y llegaban allí donde estaban sentados sus amigos, en el pollete del parque. Tenía un corazón enorme, creo que el día 10 de Noviembre hace doce años que ocurrió. Al principio pensábamos que fue un suicidio, pero no, fue un paro cardiorrespiratorio. Repito, tenía un gran corazón, se emocionaba con facilidad, recuerdo que la última vez que lo vi le conté que escribía un poemario a mis padres, ¿quién me iba a decir que cambiasen las tornas y acabara escribiéndoselo a él?  Recuerdo que cuando éramos niños le quise regalar mi colección de mini cuentos de clásicos, ya que mi madre me compraba los fascículos del Libro Gordo de Petete. Le quise regalar mis cuentos preferidos, para que me perdonara el agravio cometido hacia su persona, éramos unos niños, y él no los aceptó. El otro día los encontré en una riñonera para bebés donde había algunos, unos veinte, y algunos sin páginas, esas fueron mis primeras lecturas. Si viviera ahora, con el paso de gigante que ha dado la tecnología, podría conversar con él, y la casa de mi tía sería otra cosa. No se debe hablar así, de personas queridas y fallecidas, ni para bien ni para mal, deseaba desahogarme.