
Aran, mi toffe sabroso, mi sol renovado, mi esperanza nueva, quisiera decirte, hoy, ahora, en estos minutos marchitos, en esta repetida hora, que te quiero y te querré siempre, pase lo que pase, tengo mi pecho desnudo ante este canto redondo que afronta cualquier derrota. Niño bello, simpático truhán, no tienes la culpa de que tu madre sea vigilia y madre naturaleza, ojo avizor sobre ti, nube desbocada ante tu sufrir. Tengo muchas ganas de escuchar tu voz, pues ya te pones de pie, como un hombre frente a una verdad, Aran, mi valle nevado, mi niño sonriente, eres amapola azul en el invierno, y clavel rosado en el verano, eres un niño que nació pequeño, pero tus padres te cuidaron como a un gorrioncillo, y ahora eres hermoso como un mayo de sol y cielo celeste. Te quiero, mi príncipe chiquitín, mi lucero guía, mi espíritu repleto de mis nuevas esperanzas, te bendigo, a ti, a tu hermano, tus primos y padres, tíos y abuelos. Como ves tienes una familia que te quiere, mi bebé de turrón blando, mi espiga alta en el trigal, mi vergel más florido, puede que todo esto te parezca cursi y empalagoso, pero es lo que evocas cuando contemplo tus fotos, tu hermano también te quiere mucho, el guerrero Axel, por el que tiritan de miedo los demonios violeta. Te quiero, mi niño que ríe y ríe, te quiero en mis noches de ansiedad, en mis llantos más profundos, mi ángel carnal entre el naranjo y la azucena, te quiero mi sultán moro, mi dulce de crema, mi croissant de jamón y queso fundido, eres mi esperanza nueva, eres el tesoro de mi alegría, eres rosado y bello y haces burbujas con tu saliva asilvestradamente virginal.