Capplannetta y la vida en serio

Que la vida iba en serio//uno lo empieza a comprender más tarde”. Éstos son los primeros versos del poema de Jaime Gil de Biedma, No volveré a ser joven. Y tienen mucho de particular en la vida de la mayoría. Porque existen personas en este mundo destrozadas, y que siguen tomándose la vida tan en serio, que no hacen nada más que escarbar en el rastro o la estela que dejaron atrás. Yo, por ejemplo, me suelo tomar la vida muy en serio, normalmente, en cosas que para los demás mortales quizá no tengan nada de importancia. Pero para mí sí lo tienen. Hoy tienes un día bueno y de seguido vienen tres días de tormento, o viceversa, hay veces que estás en plena racha, y parece que eso no te lo pueda arrebatar nadie. Pero muchas veces se ha dicho, que damos importancia a las cosas menos importantes, tal vez, y no nos damos cuenta que las mejores cosas son gratis, y los placeres sencillos, son baratos para el bien que hacen a las personas. A veces comprendes que los momentos felices en familia son los que quedan marcados para siempre, por eso hay gente a los que la vida los destroza y es porque han hecho acopio de esos momentos buenos, y las personas se van, nos ahogamos en un mar de tristezas y de ansiedades y dan ganas de abandonar el combate antes que suene la campanilla. Porque esta vida no es buena para nadie, pero nos empeñamos en tener, somos tan acaparadores que no nos importa pagar por un objeto que tiene su uso limitado cinco veces su valor real, tan solo por tenerlo y decirnos, lo he conseguido, es mío. Y te olvidas de que detrás de ese objeto hay un sacrificio, y ese sacrificio es monetario, pero se alcanza el dinero con tiempo. Con lucha diaria. Unos desprecian a otros por cosas que los demás, y en especial esas personas que se desprecian mutuamente, son personas que no tienen derecho a reprochar nada a nadie. Y te das cuenta que la vida es corta, que felicidad y economía no van de la mano nunca, es mejor refugiarse en la familia. Yo sé que mi familia quieren que yo sea feliz pero luchan y luchan para que yo lo sea, y quizá yo sea un egoísta porque me olvido de la felicidad de ellos, busco y busco su felicidad pero siempre fracaso. Es como ese momento en que en la primera entrega de El Padrino está comprando fruta Vito Corleone e intuye que lo van a asesinar y sale huyendo gritando: -¡Fredo, Fredo! Pero Fredo es tan torpe que se le cae el revólver de entre las manos y ve a su padre herido de muerte tirado en el asfalto de la calle y gritando: -¡Papa, papa! Pues yo muchas veces me he sentido que en un momento crucial no pude salvar a mi padre de salir indemne.