
En mi casa, la de toda la vida, donde residen mis padres, ponerse delante de un plato de comida es todo un acontecimiento. Es un acontecimiento con su liturgia y sus costumbres tradicionales. En primer lugar se compra pan a diario, y a veces también en la tarde-noche para la cena. Mis padres valoran el hecho de tener un plato de comida caliente, ya que han vivido una posguerra, y mucha necesidad también. Comer paella en mi casa los domingos es un ritual y una costumbre muy habitual, aunque cuando están mis padres solos en casa es típico en ellos una comida sencilla. Comen mucha verdura y muy poca carne de ternera, y comen más pescados que carnes de pollo o conejo. Las navidades en casa es motivo de comida en abundancia. Mi madre es una gran cocinera, de esas a las que les gusta la cocina. Se come bien en casa de mis padres. Recuerdo cuando yo y mi padre nos íbamos a cazar y hacíamos carne a la brasa lejos del lugar donde se efectuaba la caza, pero comíamos carnes como chuletas, panceta, chorizos, y salchichas. Hemos disfrutado en casa con pitanzas descomunales. He dicho que mi madre es buena cocinera, aunque también lo es mi padre. Ellos comen mucho de cuchara, aunque no le dicen que no a unas patatas fritas con huevo. A sabiendas de que el almuerzo es todo un acontecimiento, a la hora de cenar se vuelve la cosa más pacata, y comen lo que haya en la nevera, que puede ser queso o embutido. Siempre con pan. El pan guarda un lugar importante en el día a día de casa de mis padres. Se usa para mojar en los guisos, también a la hora de hacerse un bocadillo.