
Hoy te ha tocado a ti, niño curioso, niño metomentodo, niño inoportuno, niño que jamás pensó en escribir ni una letra y ahora, mírale, no para de dar el coñazo con sus fabulaciones y sus intrusas divagaciones sobre aquello que se le antoja. Caprichoso, caprichoso y anémico. Ya no te acuerdas de aquellos niños que compartían contigo consulta con la doctora especialista en enfermedades de la sangre, sí, hombre, sí. La doctora Badía. Qué gran doctora, pues entérate bien, aquellos niños que compartían contigo consulta tenían cáncer, sí, padecían una enfermedad llamada leucemia. Recuérdalos, escarba en los huecos de esa memoria tuya tan olvidadiza y recuerda que aquellos niños iban con gorra, y carecían de pelo, y sus madres preocupadísimas les regalaban esos juguetes que tú envidiabas, qué suerte tuviste, la infancia tan bonita que has pasado rozando siempre el peligro, es normal que ahora te acojone vivir, si has vivido siempre entre el peligro y la incertidumbre. Ahora piensas en tus padres ¿verdad? Ellos temían lo peor, al final te salvaste, tomaste aquel jarabe que decían que era hierro y te salvaste, pues tu madre venga darte lentejas porque ella temía lo peor. Su primogénito con leucemia. Qué suerte tuviste. Pero una cosa, ahora te preguntas que qué habrá sido de aquellos niños que compartían contigo consulta ¿no? Pues algunos perecieron y otros sobrevivieron, debes aprender con esta lección que no se sabe la lucha que cada persona esté bregando, cada cual está luchando una batalla distinta, por eso siempre sonríe, sé generoso, no se sabe cómo terminaremos la vida que nos ha tocado vivir, pero debes ser amable, educado y agradecido, puede que si eres déspota o desagradable con una persona, sin saber tal vez el peso que ésta sostiene, puede que ese peso acabes por llevarlo tú, y eso no es plato de buen gusto. Cada minuto que se te concede es una prueba y cada prueba tiene que ser superada con la calidad de esta persona en cuestión, hazte comprensivo.