
Hoy he plantado un árbol, espero que crezca y eche raíces, al contrario que mi persona, pero basta de victimizarme. Hace unos días escribí que mi madre y mi padre me daban palizas, y como es normal, les dolió mucho que yo escribiera eso. Las palizas de mi madre eran con una zapatilla de las cuales reía; sí, reía. Y mi padre, mi buen padre, que yo recuerde me habrá pegado dos veces a lo sumo, es verdad que se cabreaba conmigo por las divisiones, pero el escrito les dolió mucho. Yo el escrito no lo he retirado, consejo que me dio mi hermano, y tengo un amigo que me dijo que era bonito, que no era para alarmarse tanto. Escribir sobre seres queridos trae esos problemas, a veces he pensado en dejar la literatura, sólo leer, pero es algo que necesito, esto me recuerda a una escena de Woody Allen. Hoy he plantado un árbol, sería bonito que me enterraran junto a él. El árbol se llama Lo Siento, y quizá sirva para que me entierren o para subirme a él cuando sea gigante y frondoso, y tirarme desde su copa. Me fustigo por haber creado esta polémica por un escrito sin importancia. Muchas palizas he merecido y nunca me las dieron, no he sido buen hijo, tampoco he sido buen marido, y seguramente no tenga hijos por el hecho de que no seré buen padre. Mi amigo me daba ánimos y bromeaba con que escribiera una novela sobre mi padre y así me podía hacer un mito, como el caso de Joe Orton y sus comedias negras, y añadía: -Y que te asesine tu padre a martillazos. Yo me reía; no, no quiero ser un mito en esas oscuras circunstancias. Prefiero plantar un frondoso Lo Siento, y que lo vean crecer mis padres en sus paseos. Quizá una tarde lo vean y se digan: -Mira niña, nuestro Lo Siento, vamos a tocarlo para que nos trasmita fuerza, pero mis padres no son hippies, y no quiero mentir al lector con relámpagos de linterna. Me gustaría que aceptaran mi Lo Siento y que no dieran importancia al que escribe en soledad, la soledad de un árbol inmóvil. La soledad de alguien que agradece la ternura de mis maravillosos padres, Lo Siento.