Capplannetta y la vida triste

Nos recoge la alegría como tránsito de escoba al que se adhieren las pelusas, y no somos conscientes de que somos febles, de que ésta vida acaba, se rompe, mientras en soledad cogemos los pedazos de sombras y tragos amargos. La vida nos contempla ausente y frecuente de esperanzas, en nuestros aniversarios y festividades consumimos todo el néctar de paz que el tiempo nos deje tragar, por eso el suicidio es una prisa por abandonar la feria y el tinglado, no nos damos cuenta de que la tristeza se resquebraja como el hielo, y andamos de puntillas por el miedo, mientras nos perdonamos la vida cada minuto. Puede que esta hora sea un lamento sólido pero cuando ésta nos pase se levantan orgasmos por el esqueleto, que es nuestra estructura que pisa. Caminamos, hacemos el milagro de sentirnos vivos otra vez más, mientras la muerte que, esclava del misterio, acudimos a ella, y un día morimos, y mientras morimos nacemos y nacemos al mundo, entre sorpresas y destinos acumulamos rabia, los unos contra otros, y todo muere sin esperarse, y caminamos hoy juntos y en el último suspiro, brindará la soledad su vinagre añejo, y distrae el azul primero, lo demás no importa, nos perdonamos porque el aliento se nos apaga, y por el ombligo de Dios nos late el pulso, qué ceguera maravillosa madre hasta perderla en la inocencia que se difumina, crecemos, sudamos el pan, y la derrota con su cara sucia nos achica el ego, el envoltorio.

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