
Era una escritora sublime, todo lo que ella sabía lo había aprendido de los clásicos griegos, también los romanos y los existencialistas franceses y alemanes, conocía bien la literatura hispánica, aunque ella se decantaba por los sudamericanos contemporáneos, éstos le apasionaban, hablaba con frecuencia de Pedro Lemebel, de Alejandro Zambra, y por supuesto, Roberto Bolaño e Isabel Allende, todos chilenos, una amiga le dijo cierta vez que los escritores chilenos escribían tan bien porque éstos tenían los pies enterrados en el barro, nunca se olvidaría de aquello, aunque también conocía la obra de poetas y escritores de otros países de América Latina, también leía a escritores mexicanos y los estadounidenses, pero en especial los escritores chilenos le llamaban sumamente la atención, hecho que le hacía parecer provinciana y anodina en este sentido, pero se hacía esa acusación nada favorable para hacerse la graciosa. Tenía un gato al que llamaba Chichín. Éste era un gato siamés y como no estaba capado tenía unas dimensiones poco frecuentes en los gatos. Chichin era el rey de los gatos del vecindario, esto, su dueña, Araceli, lo desconocía, aunque le dejaba la puerta de la casa abierta para que saliera y se despejara, con tantísimo humo que había en la casa era bueno que le diera carta blanca para salir y entrar cuando quisiera, pues Araceli fumaba, y mucho además. Araceli estaba escribiendo su quinta novela para publicarla en una de las mejores editoriales del país, ella tenía un apartado de correos para recibir correspondencia y poder ella enviar decenas de cartas que enviaba a sus lectores, pues ésta contestaba todas las cartas de lectores y de críticos, contestaba incluso las malas críticas. Ella se podía permitir ese lujo, pues tenía un corazón a prueba de bomba, era dura y fría, aunque aparentara ser un ser adorable. Cierto día que fue al apartado de correos entre las cartas y paquetes con libros para que los leyera y reseñara encontró la carta de un lector nuevo, Luis se llamaba. Cuando Araceli llegó a su casa la primera carta que leyó fue la de Luis, llevaba mucho tiempo sola, demasiado, y a lo mejor el tal Luis era un pretendiente aparecido en una situación ideal para ella. Ya estaba harta de estar sola.
En la carta de Luis descubrió que era un señor de su misma edad con unos excelentes modales clásicos. También leyó que Luis no tenía pareja y además era una persona culta. A ella la impresionó bastante. Decidió escribirle directamente y preguntarle si tenía éste hijos, ya que Araceli era una persona un tanto celosa, ese siempre había sido su problema, y también, porqué no decirlo, su gran debilidad, le mandó la carta a Luis. Y pasaron las semanas, Araceli contestaba a las cartas, trabajaba en su quinta novela, y daba de comer al gato, y también cocinaba para ella. Ese día se levantó eufórica, pues iba a la estafeta de correos a ver el apartado de correo, y también de paso a ver si había contestado Luis. Llegó a correos y comprobó que éste le había contestado. En la carta Luis le decía, ya que no esperó a llegar ni a su casa, y Luis le informaba de que, en efecto, tenía un hijo de ocho años, ella quedó muy decepcionada, pero justo cuando llegó a su casa, pese a que supo que tenía hijos, le escribió una carta relatándole su día a día sin importarle lo más mínimo. Le envió la carta y se olvidó durante algunas semanas, ya había mandado también la novela, su quinta novela al editor. Se levantó esa mañana triste, y de repente sonó el timbre, estaba la puerta semi abierta por Chichin que merodeaba por la casa. Abrió la puerta mejor y se topó con un hombre guapísimo, éste le dijo: -Hola, soy Luis, es usted Araceli ¿verdad? Y ella contesta sí, aparentando poca sorpresa, y le dijo pase usted, y Luis entró a la casa. Éste empezó a estornudar, una y otra vez, y le dijo Luis sin haber intercambiado palabra alguna, ¿tiene usted gato? Y Araceli contestó: -Sí, tengo a Chichin desde hace años. Y de repente Luis salió despavorido de la casa y dijo: -Me voy, soy alérgico a los gatos. Araceli se quedó petrificada. Ella que no le puso trabas por tener un hijo, se dijo, en la vida me separaría de Chichin por muy guapo que sea ese hombre. Y grita: -Vaya usted con Dios, señor Luis, pero Chichin llegó primero.