
Me encanta fumar, ya sé que es peligroso y que fumar mata, pero en la vida como también en la literatura no se entiende sin el tabaco. Al principio se convirtió en un hábito para reuniones sociales, luego hasta llegar a la postmodernidad ha alcanzado dimensiones más individualistas. Todo se lo debemos a Sir Walter Raleigh, que fue quien lo introdujo en toda Europa. Sir Walter Raleigh era el preferido de la reina, ya que era marino, escritor, político, corsario y cortesano inglés, y tenía una perspicaz inteligencia, como se fumaba en sociedad les retó a la reina y a los cortesanos que podía medir el peso del humo, los cortesanos se preguntaron de qué manera, y Sir Walter Raleigh cogió una balanza y puso en un lado de la balanza un cigarrillo entero, apuntó su peso, entonces se fumó el mismo cigarrillo que pesó cuidando de que toda la ceniza y la colilla (pucho) se pesaran en la balanza y apuntó su peso, luego lo restó con la cantidad que había anotado del cigarrillo entero y ese era el peso del humo: el resultado de dicha resta. También se han dado casos que literatos fumadores, en la novela La Colmena de Camilo José Cela se fuma muchísimo entre el grupo de escritores y poetas parroquianos del café. Roger Wolfe, el escritor hispano-británico es un gran admirador del tabaco, pero al final acabará siendo ilegal y tendremos que conseguir nicotina en el mercado negro, si no, ya verán al tiempo.