Capplannetta y las sombras del dormitorio

He andado ciego y sordo por las sombras de nuestro dormitorio, me esclavizaron a golpe de látigo andando de cuclillas por los sótanos de tinieblas de las que guardas tu propio repertorio. He mojado en tinta china los desastres de nuestro matrimonio, y adiviné por encima que nuestro desatino venía directamente de las catacumbas del manicomio. He saboreado muchos o todos los cloroformos, de todos cuantos probé el peor fue el del estorbo. Y así ha sido mi vida contigo. Me escapé como un fugitivo por el párrafo de lo contradictorio, y anunciaron mis sueños que se harían montaña de finísimo polvo. No es que sea nuestro anecdotario una huida sin regreso, una estampida en plena guerra, una crisis del quilombo, es mero ejercicio en plena praxis plagado de deseo y puro morbo, no es que sea estratagema puesta a secar al sol, una manera de decir que no sin bombo, es un residuo apartado de todo cortejo primaveral, donde suscribo que ya no te conozco, para mí eres algo nuevo, me vienes corto, como un traje tras engordar al que hay que añadirle un trozo, o un traje hecho a medida por las medidas que yo mismo me impongo. Juro no mascar chicle en clase, prometo aprenderme lo del asombro, he cruzado campos de miseria y yo ya no respondo, a las botellas lanzadas al mar, a mi virus de laboratorio, y prefiero hacerme el tonto, tonto venido a menos, aunque yo a ti ya te conozco, cambié tu sorbo por la mitad de mi rezagado y tímido vestigio roto, hecho jirones, yo mis culpas las destrozo, fumando cigarrillos que humean nicotina y alquitrán y se convierten en ceniza, nada y polvo. Se las llevará el viento, y serán nada, y yo ya seré otro. Otro. 

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