Capplannetta de LSD

Estaba todo el coche cargado con el equipaje, llevaban hachís y ácido lisérgico, también conocido como LSD, se fueron al mar, lejos de cualquier rutina. Llegaron al camping y ahí ya empezaron a beber cerveza mientras montaban la tienda, iban a desconectar, los ácidos los llevaban en un plástico de un paquete de tabaco. Se fueron a la playa y a comer algo, compraron un pollo a la brasa, algunos de ellos ya habían comprado alcohol para pasar la noche, esa noche iba a ser mítica, se decían, tenían ganas de experimentar con LSD, llegó la noche y Teo con su novia Ana no paraban de discutir, ya se habían comido dos ácidos, los ácidos eran cuadraditos de papel secante con el ácido lisérgico untado en el papel. Uno de ellos comenzó a decir: -Que me estoy volviendo loco, dejadme, por favor, que me estoy volviendo loco, no se lo digáis a mis padres. Al parecer tenía miedo pues el ácido tenía fama de dejar a la gente colgada y éste estaba sugestionado por la mala fama. Capplannetta cogió un envase de cartón de sangría y se fue por la playa a caminar por la orilla, quería ver las luces que habían en el horizonte en la parte lejana de la playa, sus amigos le decían: -Cuidado con el mar, está bravo, cuidado. Capplannetta caminó y caminó y a mitad de camino se encontró a un hombre de una edad adulta, tirando a anciano, pescando en la orilla de la playa. Capplannetta se había comido un par de tripis, y éste le preguntó al pescador: -Jefe, queda mucho para llegar al pueblo. Y contesta el pescador: -Queda todavía un trozo, pero allí está todo cerrado, eh, te lo advierto. Y Capplannetta decidió quedarse con aquel hombre en la orilla del mar. -Jefe, ¿quiere sangría? Y le contesta el tipo:-No, tengo cerveza. De pronto comenzó a ver muecas graciosas en la cara de aquel hombre pacífico, y Capplannetta reía y reía, no podía parar, y le decía al hombre entre risas: – Perdone jefe, tengo la risa floja, el hombre se lo mira y le contesta: – No te preocupes, yo también he sido joven; y Capplannetta se relaja y le dice: – Vaya mierda, se me ha terminado la sangría. Y el hombre le dice: -No pasa nada, te invito de mi cerveza. Y Capplannetta se confió con la confianza que le había ofrecido aquel hombre ya mayor. Y se pusieron a conversar: – Capplannetta le contó lo de los ácidos, le habló mal de sus amigos, y el hombre le contó que se dedicaba a la pesca por afición, que tenía una mujer y una hija, y que pronto se iba a casar, que estaba muy ilusionado. Capplannetta dijo de irse pero el hombre no quiso y le ofreció más cerveza. Capplannetta aceptó. De pronto, estando los dos medio borrachos, vieron amanecer desde la orilla del mar, era extraño, apenas dos extraños, un adolescente y un hombre maduro en aquella escena, Capplannetta le dice, bueno yo me tendría que ir ya, y el hombre accedió sin haber pescado nada, bueno sí, pescó un amigo joven, porque los dos, Capplannetta y aquel tipo se acordaban de esa noche loca. Capplannetta no podía olvidarlo, luego le dio cierto miedo, pues pensó en las consecuencias que le pudo traer hablar él sólo con un desconocido. Capplannetta se reía recordando los efectos del ácido, había sido una noche que no olvidarían, mientras tanto, sus amigos durmiendo en el camping. Y Capplannetta se dijo no sé ni cómo se llama, pero era buen tipo. 

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