Capplannetta y su swing tropical

Debo confesar ahora, aquí, que no puedo vivir sin el swing tropical, añoro músicas como Nickodemus, o como Calle 13, ahora Residente, el gran Compay Segundo, Camarón de la Isla, Wilson Manyoma, y muchos otros salseros y flamencos con el swing tropical. Echo de menos las discotecas de rumba, pero bueno, también son otros tiempos. Tengo preparados mis zapatos, mi vestimenta, mi otra sentimentalidad, todo parecido a Último tango en Paris, la película más exótica que han visto mis ojos. O por ejemplo, Apocalypse Now, es curioso, en las dos sale Marlon Brando, el gran Marlon, qué gran actor, su madre y su padre eran alcohólicos, también, como yo, engordó de mayor. Tengo ganas de coger un avión hacia algún lugar, estos pensamientos que tengo ahora, me fluyen como colibríes de colores. No podría vivir sin música, a lo mejor sin libros tampoco, pero con lo que no podría vivir es sin la voz de mi madre, es tan bella mi Mamicap…Ah, por cierto, ahora escucho Swing tropical, es Rokia Traoré, voy a ver en Google quién es…, ah, ya, es compositora, guitarrista y cantante maliense, es maravillosa, nació en enero del 1974, mira, me lleva tres meses. Es guapa, muy guapa. La canción que escuchaba se llamaba Laidu, es realmente una maravilla. Tiene que ser bonito África, aquí son ahora las 00:12h. La hora perfecta para irse a dormir, adeu, Bona nit. Quizá sueñe con África, ¡chachi!

Capplannetta y su viaje en globo

Hoy, como el que no quiere la cosa, he cruzado un par de fronteras, fronteras punzantes que me estaban haciendo daño. Por fin el lunes pasamos a la fase uno, ya podré ir a ver a mi madre y a mi padre, son mis héroes personales. Por fin viajo en globo por páramos de negociador con la muerte, como en la película de Bergman. No he cogido el maldito COVID-19, aunque oportunidades las ha habido. No cantamos todavía victoria, cantamos mejor por aquellos que han sobrevivido, a los que fenecieron, la mayoría abuelos, cantamos un réquiem de rosas negras y crisantemos blancos para aquellos que nos han dejado, hoy, mañana y siempre. Mi globo es una bombilla, en esa luz habito yo solo. Es un globo que me iguala aunque el de mis semejantes sea aerostático y el mío un cristal compacto. Ya no son las metáforas como las de antes, no se prueba la fruta del amor con un templado verso en las entrañas de ésta tierra. Mi familia ha crecido, y no les voy a engañar diciéndoles que soy feliz, en esta vida son felices los niños especiales solamente, pero éstos también saben llorar cuando pierden a una madre, la rosa fiel de todas las maravillas, el prolegómeno de los te quiero, voy a tratar de cuidarme por mis viejos, y digo bien, mis viejos; ya no puedo ir por la vida haciendo el idiota como otras veces lo he hecho. Se acabaron las mortajas a la tristeza que te ahoga, aunque siempre haya un motivo por el que llorar a moco tendido por un tropiezo en las rayas de las aceras, como dice mi madre: -Si no te falta ni la leche de las hormigas, y tiene razón la vieja, ellos me quieren, ay, cuando me falten. No habrá ya huellas en el mar, aunque sí estelas detrás. 

Capplannetta y las tres viajeras

Ahora se ven en una misma estampa las tres en su particular transcurso por la vida y lo que es el viaje, a veces un viaje obligado de no retorno, como el caso de los afrodescendientes de América, en otros casos por necesidad, como es el caso de tantos y tantos europeos que cruzaron el Atlántico para una vida mejor, al igual que japoneses y chinos cruzaron el Océano Pacífico para también mejorar sus vidas. O la de los peregrinos, que van a un lugar santo en busca de no se sabe qué bendición que esté en el lugar. Pero no, en este caso son tres viajeras, la primera de ellas ahora está colgando con alambres una luna de cartón piedra, y todo para celebrar un día especial para los gitanos, ese día es el 8 de abril, que es festivo para la raza gitana, porque no lo he dicho pero dos viajeras que aquí traslado son gitanas, la primera, ya mayor, se llama Camelia y escapó de la guerra civil de España y acabó en un pueblecito en la costa azul francesa, no se imaginan las direcciones que su trayecto tomó para encontrar la paz que tiene ahora. Pasó por la huida de los fascistas en España, ya que a los gitanos si los veían por la calle, los detenían y los apresaban, también pasó por la ocupación Nazi en Francia, y contempló toda clase de aberraciones que tiene el ser humano en toda y cada una de las peores actitudes. La segunda, también gitana, llamada Irina, se escapó de la Yugoslavia comunista y pasó miles de calamidades, ya que los gitanos eran sospechosos para el seudo comunismo de entonces, y enemigos de esa Yugoslavia que después se fragmentó. Después está la historia de Chistina, una hippie que se marchó de peregrinaje a la India, ella sola, y allí incluso abusaron de ella. La primera se llama Camelia y está colocando una maravillosa luna de cartón piedra, la yugoslava se llama Irina, y Christina. Tres mujeres viajeras y valientes, que descubrieron que la aventura está en el viaje, y no en el lugar donde se llega.